Pasear entre limoneros a los pies de la sierra y arrancar uno de esos imperfectos a los que puedes ponerle nombre tranquilamente. La piel rugosa y suave, fresca, y el olor que sube de la tierra y se mezcla con el azahar en plena huerta. Acariciar las hojas de limonero y cerrar los ojos, aspirando despacio y mientras te acercas las manos a la cara. Una caja de limones es uno de esos regalos que tienen un algo más, que significa algo que nos llega de otra forma, como si fuera parte de un todo, de una sensación interna, especial, original, que nos embriaga, como el momento en el que cortamos un trocico de corteza de limón para un preparar un gin tonic, o lo rallamos para un bizcocho o lo cortamos directamente para adornar un plato, darle sabor a un pescado al horno o a una latica de mejillones serranos.

Quién no se ha peinado con limón, se ha lavado las manos o le ha dado un gajico a un bebé para que lo chupe por primera vez y tenga esa reacción de rechazo tierno, un rechazo hipnótico, porque jamás dice un bebé que no a un gajo de limón en los imaginarios límites de este país amarillo, y es un misterio, uno de tantos de esta nación silenciosa en la que vivimos por aquí, sin límites ni fronteras, donde nacen los limones más bonicos del mundo, sin bandera ni pasaporte, una nación en la que la generosidad de regalar una caja de limones es el himno nacional, en la que todos hemos dicho alguna vez que nos traigan un poquico de limón, servido en plato de postre o ensaladilla, en dos o cuatro trozos, a veces, sólo para que esté ahí, con nosotros, en la mesa en la que compartimos la vida. Y cuando lo hacemos fuera, sentimos aquello de darle las luces a un paisano con matrícula por los Pirineos.

El limón es un hermano eterno de esta tierra y hay que reivindicarlo, dedicarle artículos, plazas, calles y días. Claro que sí, el Día del Limón, la Plaza del Limón; en Madrid existe la calle Limón, y ahí debía tener una embajada Murcia, aunque lo mejor sería una gran Avenida del Limón en los ensanches, al menos para recordar que una vez, no hace mucho tiempo, allí hubo una huerta en la que cogíamos limones bajo la sierra. Reserva natural, parque ecológico, estudio de diseño y arte, jornadas y exposiciones, programas de televisión, canciones y helados, licores€ Ciudadanos de la Nación Limón, el país de la generosidad donde a todo le ponemos alegría.

Y con un chorrico de limón, hoy vuelve Achopijo, para seguir disfrutando con las cosicas pequeñas, que son las grandes. Como el limón. Vale.