Está claro que en los tiempos que corren ser guapo no tiene mérito; el mérito recae de forma directa y plausible en los feos. Ocurre con los abandonados de la mano de la diosa Venus como sucedió con los jorobados, que poco a poco han ido desapareciendo de las calles, hasta tal punto que resulta imposible encontrar alguno al que deslizar suavemente el décimo de lotería por la chepa buscando la mirada, siempre esquiva, de la suerte. La medicina ha evolucionado una barbaridad, tanto, que de seguir así los feos y las feas se considerarán una especie a extinguir. En los países subdesarrollados es más fácil encontrar feos que en los desarrollados, debido precisamente a los avances médicos. Hoy en día, las feas que no se dedican a la política (que son muchas, sobre todo en partidos radicales) arreglan y cuidan su físico con tan esmerado acierto que llegan a pasar por guapas. No han sido precisamente las guapas las que han manifestado sus quejas acerca de los piropos como una agresión machista, sino las feas, que suelen ser más listas y saben llevar cualquier asunto a su terreno.

Se dice y se comenta que guapos y guapas cuentan con más probabilidades a la hora de encontrar y ascender de forma más rápida en los asuntos laborales, algo curioso, ya que normalmente las empresas y altos puestos directivos están ocupados, en la mayoría de los casos por feos. Un hombre feo tiene menos probabilidades de triunfar que una mujer fea, ya que ellas juegan con la baza del maternalismo llegando a hacerse imprescindibles, algo casi imposible de encontrar en los varones. Las tontas, si se fijan, suelen ser las más guapas y tienen el busto mucho más exagerado que las feas. Aunque me puedan tildar de machista he de decir que una oficina con guapas anima el espíritu y el riego sanguíneo discurre a borbotones estimulando así los vasos cerebrales en una eterna primavera que da lugar al flujo de las grandes ideas.

Los feos en la actualidad no tienen futuro laboral ni social. Un feo para triunfar deberá encerrarse en sí mismo y dedicar su tiempo a una disciplina en exclusiva, augurándole venturosos éxitos económicos y políticos, véase el caso del ministro Cristóbal Montoro. Ser feo no debe considerarse un trauma ni a corto ni a largo plazo, simplemente se debe considerar como un exotismo dentro de un mundo de guapos. La cirugía plástica, tan de moda, evita la fealdad durante un tiempo determinado, transcurrido éste, los pómulos se descuelgan como brevas maduras, al igual que las intervenciones en los párpados convierten a los caucasianos en chinos y en el peor de los casos el gesto de asombro se convierte en permanente al aparecer los ojos fuera de sus órbitas naturales, dando la sensación de una mirada fija y perdida en la lontananza de un sonado.

Con los feos, a la larga, ocurrirá igual que con las clases pasivas, sin querer ser agorero, a la vista del discurso de la clase dirigente europea, que las quiere ver en activo hasta el día del óbito con tal de que llenen las arcas de las pensiones. El programa televisivo Cámbiame lo pone de manifiesto en cada emisión. Feos que quieren ser guapos y se someten a un patético cambio de look que los convierte en adefesios ridículos.

Si usted, amigo lector, se considera feo, no desespere, estudie y labore como única forma de ganar dinero a lo bestia, algo que dejará en evidencia al más guapo de los guapos en esta sociedad empobrecida por las ganas de ser guapos.