El PP lleva camino de perder las elecciones». Lo dice la encuesta de El País, refiriéndose a España, y lo dice Juan Bernal, exconsejero de Hacienda y exvicepresidente en el Gobierno de Valcárcel, refiriéndose a la Región. Y lo corrobora el batacazo sufrido por el partido de Rajoy el 21D en Cataluña, que lo ha relegado casi al extraparlamentarismo. No estamos pues sólo ante una proyección demoscópica más o menos solvente, o ante una opinión de político avezado, sino ante una realidad tangible que se materializó en las urnas con votos contantes y sonantes.

Alguien dirá que los resultados de los comicios catalanes no pueden ser extrapolables al resto de España. Que Cataluña es una cosa y Murcia, otra. Y así es. Pero tras la hecatombe de Albiol/Rajoy y el triunfo de Arrimadas/Rivera, hay quien empieza a vislumbrar algo así como un punto de inflexión. Ciudadanos se ha envalentonado y le disputa ya con todo descaro a un PP arrugado la hegemonía en el ámbito de la derecha. En la región, se cuela además un tercero en discordia, el partido de Garre, que ha venido para pescar en el río revuelto del valcarcelismo decadente que encarnó el depuesto Pedro Antonio Sánchez y que ahora encarna el inconsistente López Miras.

Y no lo digo sólo yo. Lo lanza, para quien quiera oírlo dentro de su partido, el propio Bernal: «La sociedad no está contenta con el Gobierno regional, hay exceso de gestos y fotos, pero falta un proyecto que ilusione». La suavidad en las formas no debería esconder la carga de profundidad que conlleva esta invectiva. A fotos, desde luego, no le gana nadie a Miras. Y a eslóganes gratuitos, tampoco. Sus frases huecas, de hecho, poco tienen que envidiarle al populismo más ramplón.

'Echar a patadas' a los corruptos 'condenados por un juez' es una de sus últimas ocurrencias (y simplezas). Como si fuera un acto heroico apartar de la política a alguien que ha sido previamente condenado por la Justicia. Aún así, no consta que en el fragor de esta 'lucha sin cuartel' que dice haber declarado a la corrupción le haya propinado ningún puntapié a algún correligionario. Y mira que ocasiones no le han faltado. Y muy lejos no andaban. ¡Pero que se preparen PAS, su mentor, y Pilar Barreiro, su perdición, si un juez los condena!

Que el PP va camino de perder las elecciones también lo pone de manifiesto la desesperación con que Miras se agarra al enlucido de la 'bajada de impuestos'. Muy necesitado de votos debe andar para hacer estas proclamas gratuitas en una Comunidad endeudada hasta las cejas, infrafinanciada, dependiente la financiación extraordinaria del FLA y con un escandaloso déficit presupuestario. Unas promesas demagógicas que ni podrá cumplir ni le dejarían siquiera abordar porque cualquier reducción seria de impuestos debe ir acompañada, como mínimo, con los ajustes de gasto que se van a hacer paralelamente o con los nuevos ingresos previstos. A no ser que pretenda pagar la sanidad, la educación, las carreteras o a los funcionarios, como se dice en mi pueblo, con chapas de chorizo.

Pero en ese camino a la perdición (de elecciones, de momento) al que se dirige el PP, y en esa campaña electoral en la que estamos permanente sumidos, parece valer todo. Brindis al sol, promesas irrealizables, ocurrencias, simplezas. Y fotos, muchas fotos.

La pregunta del millón que viene ahora es si el PP va a mantener en esa debacle anunciada a un nombrado a dedo como Miras de cabeza de lista o va a intentar revertir la tendencia sometiendo al candidato a unas primarias. Si va a optar por una elección democrática, transparente, y un proceso en el que participe toda la militancia, o va a seguir como ahora, nombrando a dedo a presidentes que apenas duran un año.

Descolocado por el auge de Ciudadanos, Rajoy ha convocado una convención nacional en marzo y pide a su partido 'dar la batalla' para ganar en 2019, año de citas electorales: andaluzas, municipales, autonómicas y europeas. Intenta así reaccionar ante el desastre que se le avecina.

¿Y la izquierda? ¿No tienen nada que decir el PSOE y Unidos Podemos ante ese vuelco demoscópico, que tras el desastre catalán, anuncia un tsunami centroderechista?