Las páginas de los sucesos, tan morbosas y tan consideradas de poca categoría por muchos lectores, encierran lecciones que no está mal repasar de vez en cuando.

Viene al caso la referencia al verificarse el triste final de Diana Quer, una joven como la mayoría, que tuvo la mala suerte de encontrarse con un asesino psicópata en una noche de verano y la buena fortuna de que sus padres, con medios económicos, influencias y tanto amor hacia ella como dolor por su desaparición, fueran capaces de insistir en su búsqueda, que la tenacidad de la Guardia Civil finalmente ha dado fruto. Por cierto, qué orgullo ver los uniformes caquis en el telediario con los deberes hechos, por si alguien dudaba que tenemos una Benemérita ejemplar que envidian muchos países de Europa.

¡Qué no se habrá dicho de esa familia, qué no se habrá exagerado, manipulado, inventado y proyectado sobre pantallas de telediarios, diarios y programas supuestamente dedicados a la investigación! Episodios como éste revelan cómo se puede llegar a especulaciones indecentes por mor de la inmediatez, la escabrosidad y el sensacionalismo.

Quienes ejercemos la profesión de periodistas debemos reflexionar sobre si siempre velamos por el rigor, el auténtico interés del público o si estamos retorciendo la noticia, llegando al detalle absurdo, a lo que no aporta nada, a la miseria y a pormenores insignificantes por diferenciarnos de otro medio de comunicación o por dar la novedad más reciente, con el consiguiente perjuicio, en este caso, a la investigación policial. La mayor parte de las veces todo esto dista mucho de lo que no demanda el lector, el oyente o quien nos mira, se distancia del respeto que les debemos y mucho más del que merece el protagonista de una desgracia mayúscula. Si una de nuestras misiones es favorecer la educación de los públicos y contribuir a formar una opinión pública sólida y seria, qué mal vamos.

Hemos llegado al colmo de la noticia que desgrana la intimidad, las luces y las sombras de quienes caen en nuestras garras y por eso cada vez que surgen conversaciones con críticas a nuestro trabajo no me escandalizo, porque yo misma detesto colaborar y formar parte de esa grey que se dedica a hurgar en la herida ajena, a bajar al lodo y revolcarse y salpicar a quienes tenemos cerca. Eso no es lo que yo pensaba que era ser periodista.

No estaría mal una introspección sobre esto, no, pero me temo que vamos a peor y que la presencia de las redes sociales, el uso de los teléfonos móviles capaces de retratar cualquier asunto y grabar imágenes por doquier, en manos de cualquiera, no ayuda. Como dijo aquel: «Mamá, no le digas a nadie que soy periodista».