Hablar de agricultura y agua aquí en Murcia es un tema que, en ocasiones, me da la sensación que solo se enfoca de un único modo y sin alternativa: o trasvase o muerte. En cierta parte veo lícito pedir a los gobiernos trasvases y políticas hídricas que ayuden a las necesidades del campo murciano. Pero seamos sinceros, los gobiernos centrales no están muy por la labor de echar esos capazos de agua necesarios a estas tierras áridas. Por eso solo cabe hacerse una pregunta: «¿y ahora qué?». Ese ´ahora´ quizás lleve consigo una respuesta que nadie quiere aceptar: cultivar en función del agua que se tiene. Lo que no se puede hacer es que como aquí no hay agua, la cojamos de la cabecera del Tajo y municipios como Entrepeñas y Buendía hayan pasado de tener una próspera economía turística cuando eran ´el Mar de Castilla´, gracias a un recurso con el que contaban, a lo que es ahora: una charca. Y lo digo a sabiendas y con conocimiento de causa, para algo viví varios años por tierras alcarreñas.

La otra opción, tocar el Ebro, puede causar también las mismas consecuencias, dependiendo desde dónde se quiera derivar la tubería. De hecho, por mucho que se venda que en Aragón sobra el agua, no es así, ya que en algunos municipios tienen problemas. Créanme, sé de lo que hablo.

Las alternativas son poco halagüeñas, pero hay que aceptar la triste realidad. Al igual que en León, Asturias o en Teruel han tenido (y siguen teniendo) que reenfocar su economía productiva tras la desparición de la minería, quizás aquí toque mirar otras formas de hacer de estos campos algo competitivo, a la espera de que las desaladoras sean una realidad viable.