Poco podían imaginar la monjicas el follón que iban a montar cuando decidieron (hace casi 50 años) trasladarse desde Aragón a Cataluña llevando con ellas las obras de arte de su ruinoso monasterio. Hubo una confusa venta que, en cualquier caso, es nula jurídicamente porque al ser patrimonio histórico no podían ser enajenadas. Una juez sentenció que la Generalitat tendría que devolverlas. La casualidad ha querido que sea ahora, en plena campaña electoral, permitiéndoles sentirse héroes resistentes, víctimas del Estado opresor que, además, los expolia. En Sijena lo celebran porque esperan a muchos turistas que comerán allí y comprarán productos típicos o recuerdos del monasterio. El obispo de Lérida, previsor, parece que se había llevado un cuadro a su palacio. ¿Lo devolverá?