La sensación que tiene la protagonista de la novela Temblor, de Rosa Montero, en la que la autora da rienda suelta a su imaginación y recrea un mundo fantástico y onírico, se debe parecer bastante a la que debe estar sintiendo el concejal de Urbanismo de Murcia, Antonio Navarro-Corchón. Agua Fría, esa niña inventada por Montero, debe conocer el origen de su civilización para que no se extinga, en un mundo desolado y en plena decadencia. Tiene ante sí la dura tarea de sanar el mundo.

Salvando las distancias, el actual concejal de Urbanismo también debe sanar ese departamento acosado por los casos judiciales de corrupción, que han crecido como setas al calor del anterior equipo de gobierno, también del PP, liderado por el entonces alcalde, Miguel Ángel Cámara. Una maraña de cosas mal hechas, que puede salpicar al actual equipo de ese departamento municipal.

No es casualidad que todos los concejales de Urbanismo de la era popular, excepto Ginés Navarro, que acabó postergado por no plegarse a lo que le pedía Cámara y el que fuera dueño del Real Murcia, Jesús Samper, estén investigados o hayan estado (antes se llamaba imputados) en distintos procesos judiciales que, en la mayoría de los casos, han sido iniciados a instancias de organizaciones sociales y vecinales o por el PSOE. Desde Fernando Berberena, el que más causas acumula, hasta Juan Antonio Bernabé (antecesor de Navarro-Corchón), que sigue en la política activa con despacho en el Info, han visto sus nombres en autos judiciales, en los que se les reprocha su mala actuación en el urbanismo de la capital (el ´urbanismo a la carta´, que dirían en el Grupo Socialista).

Sobra decir lo mal que se han hecho las actuaciones previstas, en algunos casos retorciendo la legalidad vigente hasta generar auténticos esperpentos. Dos centros comerciales uno enfrente del otro sin, por ejemplo, ninguna previsión de transporte público alternativo al coche privado (el tranvía se metió con calzador cuando ya estaba toda la planificación y urbanización concluida); traslado de una guardería a barracones prefabricados; aumento de terrazas en la calle sin control con las consiguientes molestias de ruidos; convenios urbanísticos imposibles de justificar y hasta una barraca gigante de una peña huertana en un jardín. Estas son algunas de las muestras de esa nefasta política llevada a cabo por los populares con mayorías absolutas aplastantes, que han derivado en causas judiciales.

Llegada la hora de sanar el urbanismo del municipio, Navarro-Corchón se debe enfrentar, como Agua Fría, la protagonista de la novela de Rosa Montero, a ese pasado decadente para buscar su propio destino. Bernabé, su antecesor en el cargo, impuso la doble firma para que los expedientes fueran chequeados varias veces, y a pesar de ello, fue imputado en el caso de los ruidos de Pérez Casas. A Berberena le acaba de llover otra investigación judicial por la barraca de la peña huertana de Javalí Nuevo, un monumento al disparate que se alza como muestra de lo que no hay que hacer. En ese caso, también han sido imputados otros dos concejales de Cámara y un pedáneo popular, que estuvieron en el ajo.

Al actual concejal de Urbanismo, cada vez que trascienden estas noticias, como poco le debe dar un temblor de piernas, y más teniendo en cuenta en la posición de desventaja en la que se encuentra el Gobierno local, sin una mayoría absoluta que ampare sus decisiones y con la labor de desbroce de expedientes y licencias que realiza la oposición, sobre todo, Ahora Murcia, que mira con lupa las actuaciones que dependen de Corchón. ¿Acabará imputado-investigado el actual concejal de Urbanismo, teniendo en cuenta la ´maldición´ de esa concejalía?

Por nadie pase.