Entre las variadas violencias que sufren las mujeres en una sociedad en la que los desequilibrios y asimetrías de poder entre los dos géneros son tan profundos y arraigados, también van saliendo a la luz, poco a poco, las violencias referidas al ámbito laboral. En los dos últimos años ha cobrado una especial protagonismo las discriminaciones y explotaciones que sufren las mujeres 'camareras de piso' en los hoteles. Tanto da que sea una ocupación feminizada por estar al final de la cadena hostelera, como si se trata de una ocupación precarizada por estar mayoritariamente ocupada por mujeres, lo cierto es que se reproduce un círculo perverso: a trabajos degradados, colectivos sociales vulnerables como las mujeres que lo tienen todo en contra para hacer valer el valor del trabajo que aportan.

Lo que ha sucedido en los dos últimos años, dentro de (insisto) una dinámica más amplia de denuncia pública y de visibilización de las violencias varias contra las mujeres, es que el colectivo de las kellys o camareras de piso ha logrado organizarse, bien en sindicatos o bien en colectivos específicos, y poner en la agenda pública las condiciones extremas de su desempeño laboral. Esto es un auténtico milagro social. Cuando en el año 2005 un grupo de sociólogos del trabajo hicimos una investigación sobre el trabajo en la actividad turística observamos que «esas tristes mujeres que deambulan por los pasillos de los hoteles arrastrando el 'carrito' de la limpieza» estaban siendo sometidas a unas lógicas de intensificación de los ritmos de trabajo que deshumanizaban las cargas de trabajo y ello se traducía en múltiples dolores musculares con tendencia a su cronificación, consumo excesivo de medicamentos para soportar los ritmos, etc. y todo ello en un contexto de salarios muy bajos (véase Los Nuevos Braceros del Ocio, editado por Miño y Dávila, 2006). Una década después algo milagroso ha acontecido: las mujeres camareras de piso han pasado a la acción y ya no se callan, denuncian.

Las empleadas de hoteles, aparthoteles y bungalows turísticos suman más de 2000 mujeres en la Región de Murcia. Siendo la base de la industria turística, sin embargo, están viviendo unas condiciones de trabajo muy precarias y unos salarios ínfimos. Estas mujeres son las que desarrollan las diferentes tareas del trabajo de pisos, un trabajo, oscuro y poco valorado, sobre el que descansa, de manera importante, la calidad del servicio de alojamiento. Además estas trabajadoras están siendo externalizadas de los hoteles (en la Región de Murcia el 50% de los hoteles ha externalizado el Departamento de Pisos) en toda una serie de empresas multi-servicio y ETT, que han proliferado, que les están pagando un precio bajísimo por habitación realizada (entre 2,5-1,5 euros por habitación), además de ver mermadas sus prestaciones sociales. La externalización de las camareras de piso es un contrasentido para los hoteles, pues repercute negativamente en la calidad de un servicio esencial, y debería prohibirse en el convenio colectivo que en estos momentos negocian patronal y sindicatos.

Además, dada la intensificación de los ritmos de trabajo que han experimentado en los últimos años, estas mujeres 'camareras de piso' llegan a su madurez con múltiples dolores musculares cronificados. Pero se encuentran con muchas dificultades para que se les reconozca como enfermedad profesional auténticas lesiones cronificadas (en España el reconocimiento a un trabajador o trabajadora de una enfermedad profesional es prácticamente un milagro). Por ello, sería muy importante que en este sector ocupacional estuviera regulada la carga de trabajo; se hicieran estudios ergonómicos para adaptar las camas de los hoteles, de tal manera que se redujeran los sobresfuerzos, las posturas incómodas, etc.; se reconociera la jubilación anticipada a los 60 años; se elevaran los salarios; y ? hubiera un convenio de hostelería que por fin reconociera y valorara la profesionalidad de todos los trabajadores que hacen posible el sector turístico en la Región de Murcia.

En la Región de Murcia, en su conjunto, las actividades características del turismo: hostelería, agencias de viajes, transporte de viajeros y servicios culturales, deportivos y recreativos (delimitadas por la Organización Mundial de Turismo y la Comisión de Estadística de Naciones Unidas) dan empleo directo en la actualidad a 46.770 trabajadores (cifra media anual) y a 55.000 si contabilizamos el empleo indirecto. La contribución del empleo directo turístico al total regional asciende al 9,6% (11,2% si sumamos los empleos indirectos), habiendo crecido casi dos puntos en los últimos seis años. A pesar de la importancia económica de estos trabajadores, los salarios bajos, la economía sumergida, las largas jornadas laborales, la ausencia de formación continua, en fin, todo un conjunto de precariedades laborales merman la necesaria y deseada profesionalidad del sector.

Somos muchos los que estamos expectantes sobre cómo quedará el próximo Convenio de Hostelería de la Región de Murcia, tras tantos años sin firmarse. Según las noticias que llegan de la negociación entre patronal y sindicatos hay motivos para el optimismo. Ese convenio es muy importante para revertir una situación insostenible de salarios bajos, precariedad, exceso de jornadas y externalizaciones injustificadas. Una Región que quiera construir un futuro digno para su gente necesita de acuerdos colectivos beneficiosos para esos más de 40.000 trabajadores del sector turístico, entre los cuales se encuentran las camareras de piso.