Bascuñana le costó el cargo un control de alcoholemia en el que se puso chulo y su imputación en una trama de presunta corrupción urbanística, el caso Novo Carthago. A Sánchez-Solís, el delegado del Gobierno que lo sustituyó, se lo ha llevado por delante su incompetencia en la crisis migratoria y en las actuaciones policiales contra los manifestantes pro-soterramiento del AVE. Ahora llega Bernabé, que no sabemos cuánto durará, porque los cargos tanto de delegado de Gobierno como de presidente de la Comunidad son precarios y efímeros en la región. Cuatro inquilinos en tres años en San Esteban y tres en Teniente Flomesta. Casi nada.

Ha sido, dicen, precisamente López Miras, el último presidente interino, quien lo ha llamado para que acuda en su ayuda. El inconsistente líder del PP necesita algún clavo al que agarrarse porque si no fuera por la crisis catalana, que todo lo ha engullido, hace semanas que las multitudinarias protestas vecinales contra el muro de la vergüenza y la llegada del AVE en superficie lo hubieran colocado en la picota de periódicos y telediarios. Bernabé viene, dicen, a darle un perfil más político a la Delegación y por ende al Gobierno regional. A reforzar la débil alineación de un equipo capitaneado por un aficionado. Bernabé sería, pues, para López Miras algo así como su primo de Zumosol. Esa especie de hermano mayor que todos soñábamos tener para sacarnos de los líos en los que nos metíamos en el colegio.

Pero ojo, porque los líos en que está metido Miras son de la cáscara amarga. Y ya veremos si no viene el buldócer de Bernabé a agravarlos. Regresa de Madrid con fama entre los ´populares´ de conocer al detalle los principales proyectos de infraestructuras que gestionó en su etapa de consejero de Fomento. Conocimientos, por cierto, que no le sirvieron para culminar ninguno de ellos porque los dejó peor de lo que los había tomado. Por no hablar del puerto del Gorguel, donde pasó de ser su máximo detractor, como alcalde de La Unión, a convertirse en su máximo defensor, como consejero. Y no nos engañemos, las innumerables veces que anunció la inminente apertura del aeropuerto de Corvera o su profecía de que en 2015 los murcianos nos podríamos tomar las uvas en la Puerta del Sol viajando en el AVE desde Murcia no fueron meros errores de cálculo. Es una forma de hacer política. Es la instrumentalización de la política.

La credibilidad que tenían sus palabras de entonces, y que le granjearon el reconocimiento de ser ´el consejero que más daño ha hecho a las infraestructuras de la Región´ es la misma que tienen las de ahora cuando anuncia que el soterramiento empezará en dos semanas. Pero poco importa. Él sigue a lo suyo, en lo de siempre, en una espiral perenne de promesas incumplidas. Tampoco le ayudan en esta nueva andadura su prepotencia, ni su falta de disposición para el diálogo ni sus continuos enfrentamientos con la oposición durante años. Y por si estuviera poco extendida esa faceta suya de intransigente viene su entusiasta correligionario de partido, Teodoro García, y lanza en un tuit: «Los que quieren parar el AVE y el futuro de la región de Murcia van a tener enfrente a Bernabé. No se lo aconsejo». ¡Joder, qué miedo! Pero gracias por avisar.

Por García sabemos que podríamos tener al frente de la delegación del Gobierno algo así como «una especie de político ´matón´ que te va a llevar por delante si tienes una visión distinta a él», como bien señala en estas páginas Joaquín Sánchez, el sacerdote implicado en mil batallas humanitarias. Tampoco se anda con rodeos Joaquín Contreras, el portavoz de la Plataforma Pro-soterramiento, que lo ha definido como «el enemigo público número uno» del colectivo vecinal.

El grito de socorro lanzado por un debilitado López Miras ha sido atendido por Madrid. Le han enviado a Bernabé, ese primo de Zumosol que le ha prometido sacarlo de los líos en que está metido. Falta saber (y así se lo ha advertido: «trabaja para mí y no para ti») si al final de la contienda no va a ser él quien se quede con la chica. Con la presidencia, quería decir.