No, no pienso hablar más de Cataluña, que ya estoy harto de tanta hipocresía de pactos y diálogo. De declaraciones de un sí pero no, porque proclamo la república y la independencia, y a continuación suspendo esa independencia. Primero cumplir la ley y después hablar. Tampoco les comentaré que para mí, el golpe de Estado del 23F no lo paró quien se dijo sino que por el contrario, también se dijo, estaba tras él, sino que sus consejeros astutos, inteligentes y demócratas fueron los que le hicieron ver el disparate. Y tampoco les diré que pienso que no ha sido directamente el Gobierno ni los jueces los que han parado el golpe de Estado de Cataluña, más bien ha sido el propio Estado de Derecho y sobre todo la fuga de los bancos y empresas de comer, beber y leer, las que han puesto al iluminado de turno sobre el raso del tapete del ring.

Así que hablaré de la Justicia y su lento funcionamiento. Cosa que por otro lado tampoco es noticia ni nada nuevo en esta columna de opinión.

Pero lo que sí es que Europa se haya dado cuenta y pida más recursos para la Justicia española. El jefe de la División de Independencia y Eficiencia de la Justicia de la Dirección General de Derechos Humanos y Estado de Derecho del Consejo de Europa (ahí es ná, con lo fácil que es ser director general de Asuntos Eclesiásticos para resolver los problemas de los conventos), ha dicho que continúan existiendo restricciones presupuestarias en nuestro sistema judicial. Si yo le contara, Stéphane. No solamente hay restricciones sino que lo que no hay es un presupuesto acorde con la importancia de la Justicia en nuestro país, como lo están demostrando los últimos acontecimientos en que la Justicia está actuando como garante del Estado de Derecho a pesar que en los presupuestos generales de ese Estado sea año tras año la cenicienta de los mismos y a pesar que en los debates de los candidatos a la presidencia del Gobierno ocupe lo mínimo en importancia. Si yo le contara, querido Stéphane, que cuando enciendo el ordenador me da tiempo a tomar un café mientras se pone en marcha; que cuando voy a firmar digitalmente una sentencia da más vueltas que un tiovivo el ordenador; que cuando quiero hacer dos cosas al mismo tiempo no puedo (es género masculino al fin y al cabo); que cuando pretendo leer digitalmente un expediente a lo peor no existe; que aún existen carros similares a los de un supermercado (que no quiero ni pensar de donde han salido) circulando por los pasillos del Palacio de Justicia cargados de expedientes (¿digitales?).

Al parecer, en la mayoría de los países europeos se está produciendo un aumento considerable en los presupuestos asignados a la Justicia. Y aunque España es diferente, reza un viejo eslogan nuestro, espero que antes de jubilarme lo vea, porque, y no lo digo yo, sino que lo dice Europa, sin un sistema de Justicia eficaz e independiente no resulta posible el respeto a los derechos fundamentales, a la democracia y al Estado de Derecho, así como a los demás valores que menciona el Tratado de la Unión Europea.

Así que si ustedes me lo permiten, yo que nunca he sido muy europeo por la ruina del euro, hoy me siento no solo más murciano, español y europeo que nunca, y no solo por la ilegalidad de parte de los catalanes, sino también porque Europa quiere que funcione bien nuestra Justica. De ahí que haya tenido la osadía de ponerme en el título de este artículo junto a Europa.