ué suerte tenemos de vivir en esta Región, a pesar de la vergüenza del aeropuerto y sobre todo del Ave. Somos de los menos atendidos por España y no protestamos, al menos a tortazo limpio por las calles, ni nos saltamos la ley a la barretina. A cambio tenemos un clima envidiable, salvo en verano, pero para eso tenemos a media hora las playas.

Todo esto viene a cuento de la reflexión que hacía este fin de semana pasado tras del domingo 1 de octubre. Pensaba mientras me dirigía a la plaza Belluga para disfrutar de un café solo (250 pelas de antes, que ya les vale) frente a la fachada principal de la Catedral, tras atravesar la plaza de Santo Domingo, donde algún ecuatoriano plácidamente oía música. Qué paz, qué tranquilidad, y qué bien se vive aquí, y de pronto un grito sale de una garganta: ¡Viva España! Nos sorprendió tanto a todos que no supimos reaccionar ni continuar el vitoreo. Viva mi Región, debía haber añadido también, a pesar de que no nos hacen ni pajolero caso en Madrid. Pero sabemos que por ser murcianos, cartageneros, lorquinos? no somos más importantes que nadie. Qué falacia y que sinsentido.

La Caixa y el Banco Sabadell lo iban a pasar mal como sacáramos todos los españoles no independentistas los ahorros y depósitos de esos bancos; por eso se han largado ya de Cataluña como otras muchas empresas. Sus jefes, que como buenos banqueros de tontos tienen lo justo, han declarado que en cualquier caso el Banco Europeo les respalda. De todas formas ya no es nada agradable tener dinero en esos bancos, pensarán más de uno.

Y siguiendo con mis reflexiones frente a la Catedral, recordaba que hace bastantes años, comisionado por La Arrixaca acudí a un congreso de juristas y médicos en Pamplona. La noche anterior, cenando en un restaurante, me comentaba un contertulio que todos los que estaban apoyados en la barra eran los guardaespaldas de los que estábamos en las mesas. Al salir de la cena tuvimos que evitar algún barrio conflictivo y, por supuesto, nada de hablar de política en la cena ni por la calle. Qué tristeza y qué falta de libertad, pensaba totalmente tensionado. Por fin se acaba el congreso, regreso a Murcia y para rebajar el estrés, me marcho a la playa y me sorprende de forma agradabilísima que mientras venía de ver en las calles y autopistas navarras «Gora ETA», «fuera españoles», «muerte a?» me encuentro una pancarta colgada en un puente cerca de San Javier que decía «te quiero, mi niña». Esto es calidad de vida, pensé y sentí. Hoy, lo que existen colgadas son banderas españolas en puentes y balcones.

Y hoy, tras doce años después, tengo la misma sensación que cuando veo, leo, oigo y razono acerca de la ilegalidad que por narices y por conveniencias personales, algunos cuantos se empeñan en cometer. Menos mal que la ley es para todos y la Justicia llega tarde, pero llega. Entretanto, el Jefe del Estado sale en la tele antes de Nochebuena y sin ser 23F para poner las cosas en su sitio aún más. La energía y dureza de sus palabras me sorprendieron, pero no había más remedio que defender el Estado de Derecho para todos y la Monarquía para él. Entretanto, las Fuerzas de Seguridad del Estado recibiendo y aguantando envites hasta que se hartaron y pidieron dimisiones. Mientras otros mossos, al parecer, hacían de don Tancredo. A esos también les llegará su momento de banquillo si fuera necesario y la Audiencia Nacional lo considerara oportuno. Aunque reconozco que ser mosso de escuadra y cartabón no debió ser nada fácil allí ese 1 de octubre.