Yo que ha ocurrido estos días en Cataluña ha sido el resultado de una curiosa alianza entre la burguesía xenófoba, la de un catalanismo resentido e históricamente frustrado, y sus hijos de la extrema izquierda, que han unido al racismo en que crecieron las tácticas del golpe de Estado que estudiaron en Lenin. O en Malaparte, que había sido fascista y conocía muy bien el proceso. A ellos se han unido los peores de entre los hijos de los españoles de otras regiones (tenemos que rebelarnos contra el lenguaje impuesto: nunca más llamar emigrantes ni inmigrantes a los que cambian de residencia en su propio país), los más torpes y cobardes, que han creído que sumándose al odio contra lo que ellos mismos representan, serían salvados de ser su objeto.

Y el odio a España, 'als castellans', que somos todos los demás y que está hasta en su himno (los 'pacíficos' cantan bon cop de falç, buen golpe de hoz), es muy antiguo, pero cuando brota con fuerza imparable es a raíz de la llegada de los primeros 'mursianus' (extremeños, murcianos, andaluces? «el hombre andaluz es un hombre desestructurado», que escribió Jordi Pujol). Lo que está pasando, pues, no es más que la culminación de ese odio acumulado durante decenios, el odio a los de 'fora'. Ese es el cemento que ha unido a dos ideologías aparentemente contrarias, el comunismo de pub y gin-tonic de los enchufados de la Complutense, con el nacional-racismo de la burguesía catalanista y de sus vástagos de la CUP. Unos buscan la insurrección, a ver qué pillan, y otros la secesión, a ver qué pillan también. Por ejemplo, la impunidad.

Y, sin embargo, si aplicáramos la teoría marxista al análisis de la situación, en realidad el golpe revolucionario tendrían que darlo los unos contra los otros, 'els nens' contra los papás. Eso si fueran, en verdad, 'objetivamente revolucionarios', es decir, los parias de la tierra. Pero es que resulta que estos son los dueños de las empresas, de la Administración, de los medios; y que no hay razón política alguna ni, sobre todo, económica, que es la que importa, para esto que no puede ser llamado revolución y que no pasará de revuelta. Ya lo cantó el siniestro separatista de Lluís Llach, Y amb el sonriure, la revolta. Salvo que sigamos dormidos, a pesar del despertador del Rey. Y por eso, espero, terminarán fracasando, porque no se conoce ninguna revolución que hayan hecho y ganado los ricos, los que ya están empezando a asustarse.

Entretanto, los únicos golpeados no han sido los pocos que verdaderamente sufrieron las escasas cargas que se produjeron el día uno, sobre todo el joven que recibió una pelota de goma en el ojo. Pero, al menos a mí, que me pasaron muchas veces a pocos centímetros cuando entonces (cuando sí había una dictadura y no una democracia bastante ejemplar, que sólo si la perdemos aprenderemos a valorar), me parece que si toda la represión, legítima, además, contra un golpe de Estado, es un herido, entonces tenemos unas fuerzas del orden ejemplares.

No. Los verdaderos golpeados han sido los cuatro millones de catalanes que ese día no quisieron ir a votar y que mayoritariamente se quedaron en sus casas asustados ante la auténtica tiranía nazi que se ha apoderado de Cataluña. La de los insultos y el señalamiento que les esperaban en la calle. La de los niños agredidos, por profesores infames, sólo porque son hijos de guardias civiles. O porque sus familias pidieron que se les enseñara algo de lengua española (hasta los tres años, en las escuelas catalanas no escuchan una sola palabra en su lengua). Los 'humillados y ofendidos' del poema de Manuel Vázquez Montalbán, son hoy los millones de catalanes que no pueden hablar, que no tienen acceso a los medios públicos, que han sido despojados de los derechos más elementales.

Pero igual que estoy defendiéndolos, intentando transmitirles nuestro apoyo y que sepan que, como dijo el Rey, no están solos, les ruego que el próximo domingo salgan a la calle. Que acudan a la convocatoria de Sociedad Civil Catalana (y del resto de entidades de lo que ha terminado siendo la Resistencia, como contra el nazismo, que llevan dando la cara, y jugándosela, muchos años) en la Plaza de Urquinaona a las 12. Los demás españoles podemos ver la España que amamos desguazada, y su democracia, derrotada. Pero vosotros, compatriotas, si el Golpe triunfa, sabéis que estaríais sometidos, quizás para siempre, a la dictadura supremacista que ya sufrís.