Me levanto por la mañana. Pongo la radio. Están hablando de Cataluña. Compruebo que han cambiado pocas cosas desde anoche. Siento algo de frío y cierro casi del todo la ventana del dormitorio: 'Está refrescando; claro, si ya estamos en octubre', pienso, aunque acabo de oír en la radio que a mediodía llegaremos a 32 grados en Murcia ciudad. Una mujer está leyendo una columna de opinión en la radio, así que la escucho con mucho interés - los que opinamos públicamente nos escuchamos y nos leemos mucho unos a otros para ver si podemos pisarle alguna idea a Iñaki Gabilondo, pongamos por ejemplo -. La señora que habla en la radio es una 'opinadora equidistante', es decir, es de las que critica a Puigdemont y también a Rajoy. Este tipo de opiniones son muy apreciadas en este mundillo porque dan credibilidad. Los que solo critican al poder, o al contrapoder, o siempre al PP, o siempre a los socialistas, o casi siempre a Podemos y nunca a Ciudadanos, se van definiendo con sus escritos, y, al final, ya no los leen ni siquiera aquellos a los que alaban, y, por supuesto, nunca aquellos a los que critican. Es que no los leen ya ni los miembros de su familia. Yo voy criticando a todos por orden alfabético, y me da buen resultado. Unas veces me leen y otras no, pero me tienen mucha manía, lo que es un logro.

En el cuarto de baño me doy cuenta de que llevo tres días apurando el tubo de dentífrico del que extrañamente consigo sacar un poco más de contenido cuando ayer parecía que ya no salía nada. A veces pienso que los tubos de dentífrico son inagotables. En la radio conectan con la emisora local que va a dar su informativo. Me entero de que han inaugurado la autovía de Yecla y que el alcalde ha brindado con vino en una plaza del pueblo. Me alegro de que hayan terminado esa autovía y de que ya no la inauguren más porque yo qué sé las veces que he leído que se inauguraba un tramo, una curva o un repecho. Dicen que ha venido el ministro de Fomento, ese del mechón blanco en el pelo - yo, cuando era joven, también tuve un mechón que me daba un aire intelectual la mar de interesante; ahora el mechón me cubre toda la cabeza - y que, ya que estaba aquí, ha aprovechado para echarles una bronca a los de la plataforma por el Soterramiento del AVE. Por lo visto, ha dicho que, como sigan portándose tan mal, nos quedamos sin AVE, que los albañiles se van, y, si se van estos, ya no viene ninguno más a Murcia por los siglos de los siglos. Unida esta amenaza a la bronca que también nos echó la portavoz de nuestro Gobierno, diciendo que ya está bien, coño, (esperen, no dijo 'coño', aunque yo creo que lo pensó), yo no sé cómo los de la plataforma no se asustan. Claro que el hecho de que cincuenta mil murcianos los acompañaran en la manifestación le ha dado vuelos y vete tú a saber.

Cuando salgo de la ducha, cambio de emisora en la radio. Están hablando de lo mismo que en la otra pero aquí hay más opinantes y hablan con una mayor exaltación patriótica. Yo, que llevo dos semanas recibiendo en mi teléfono mensajes, memes, vídeos, chistes y twits patrióticos, me doy cuenta de que, extrañamente, me pongo cachondo con lo que están diciendo, aunque, cuando empiezan los insultos a todo lo que se mueva en Cataluña, ya se me bajan un poco los humos. En cualquier caso, mientras me visto, analizo el proceso español que ha provocado el procés catalán, el resurgimiento de un españolismo que andaba un poco perdido, todos metidos en las cosas de nuestros pueblos y nuestras ciudades, y me alegro mucho del negociazo que han hecho estos días las tiendas de los chinos vendiendo banderas españolas de todos los tamaños.

En este momento, en la radio, ponen mensajes que la gente graba en un teléfono de la emisora y comienzo a escuchar cosas de mandar al ejército, a la Legión, de meter en la cárcel a todos los políticos y a quienes haga falta, y ya me vuelve la sensación esa de inquietud, de malestar, de preocupación, de tristeza con la que me acosté la noche anterior. «Hoy, un político encontrará la solución», me digo a mí mismo. Y salgo a la calle lleno de fuerza y alegría.