Le pese a quien le pese, esta semana se ha puesto en marcha el funcionamiento de una instalación deportiva tan criticada, ninguneada y despreciada, que llevaba camino de convertirse en un mueble urbano sin alma, afuncional y desacreditado. Me refiero al Palacio de los Deportes de Cartagena, que debería llevar ya diez años funcionando, pero que no ha sido hasta ahora cuando alguien ha decidido dar el paso, a pesar del elevado número de inconvenientes que se han tenido que salvar y que se deberán seguir salvando aún. Era una de determinación esperada por todos los aficionados y los usuarios al deporte de cualquier tipo de actividad, y necesaria para una ciudad que anda escasa de instalaciones de este tipo. Nadie se atrevía a ponerle el cascabel a este gato, porque lo que supone abrir las puertas, aunque sea por fases, es la responsabilidad de mantener, cuidar, fomentar este espacio para todos los ciudadanos. Muchos podrán decir que es oportunismo de tal o cual concejal o de tal o cual alcalde, pero la realidad es que desde el lunes hay una sala dentro del inmenso espacio deportivo que ha dado sus primeros pasos. El sábado se abrirá a la vista de toda España la pista central para el derbi de fútbol sala, y luego llegará el resto. Tras tanto error y tanto derroche hay que pedir responsabilidades, es verdad, pero al ciudadano que le den ya su Palacio.