Acuérdate. Hace solo unos días aún te reías, de todo el asunto. El 1-O, no me digas que no. Que si era el resultado de un partido de fútbol. Que qué pasaba si te quedabas sin tóner y justo en domingo. Que qué contentos los maños, que iban a tener playa. Jijijí jajajá. Se te aparecía el fantasma de Berlanga, como si fuera Obi Wan, para ayudarte a petarlo con una coña en Twitter más. El flequillo de Puigdemont. La lengüecilla de Rajoy. Pérez Reverte enzarzado en las redes con Julian Assange. Extremocéntricos y equidistantes asegurándose de ofenderse por exactamente el 50% de declaraciones de cada lado. Y bueno, sí que se estaban desplazando 17.000 efectivos de las FSE a Cataluña, pero se alojaban en un barco decorado con personajes de la Warner. Es que era de coña, todo.

Acuérdate, también, que conforme se acercaba la fecha la cosa se empezó a poner rara. Algunos chistes ya no los entendías tanto, pero te reías un poco por seguir el rollo y otro poco porque te daba miedo que al chistoso le sentara mal, como lo de las quedadas con banderas pre y caras al sol, jojojo, y ese buen rollo generalizado entre el PP y la muchachada neonazi (lo de la alcaldesa de Archena con Falange es para hacérselo mirar). Una asamblea de Unidos Podemos asediada por grupos fascistas en Zaragoza, jajaja. Soraya SS hablando de escudos humanos, que tú te decías que igual era humor israelí. Gente con la vena muy hinchada despidiendo a la Guardia Civil con un «A por ellos, oé». Y no jugaba la roja. Y tú llamando: porfa, Berlanga, maestro, aparéceteme. Que esto ya no tiene un pijo de gracia. Pero daba comunicando. Y a ti te dolían ya un poco los carrillos, pero je je je.

Y llegó el domingo por la mañana, y se acabaron las risas. Se congelaron. Los medios oficialistas seguían con sus sempiternas disquisiciones legales, tirando de tertulianos reciclados en catedráticos de Derecho Constitucional, pero las redes se tiñeron muy pronto de rojo. A lo largo del día, asistimos en directo a una espantosa exhibición de violencia de Estado, con una magnitud y sadismo incompatibles con cualquier democracia moderna. Cientos de hospitalizados y heridos, algunos muy graves. Denuncias de tortura y abusos sexuales a mujeres retenidas.

Palizas brutales a ancianas. Uso de material antidisturbios prohibido. Portadas de denuncia en las principales cabeceras internacionales, desde The Times hasta Libération, pasando por el Frankfurter Allgemeine o el Financial Times.

Y sí, es verdad que había quien seguía con sus coñas marineras (mención especial a un Jorge Bustos inframedicado diciendo por Twitter que todo era una invención de los rojos y los separatistas). Y sí, el Gobierno lanzó (apártate que te da) el hashtag #EstamosPorTi para comunicar los apaleamientos. Y sí, Rajoy trató de culminar el club de la comedia contando uno muy bueno que decía que «hemos sido un ejemplo para el mundo» (sick). Pero ya nadie se rió. Quién se iba a reír, de bromas tan siniestras. ¿Queréis otra? Va otra:

—Y vosotros, el domingo, ¿qué hicisteis?

—Pues nada, de excursión.

—¿Al campo?

—No, a 1957.

—Ah.