Mancha las manos, pero sienta cátedra. La tiza gana por goleada a tabletas, ordenadores y smartphones. Es la herramienta básica de la enseñanza. Romper una tiza antes de restregarla por la pizarra provocando tiricia es un segundo cargado de épica para cualquier profesor. Aplaudir las manos sacudiendo el resto del polvo. El golpe de la madera del borrador al dejarlo caer sobre la bandeja. Esa puntita de tiza inservible que vuela hacia el grupito que no calla. Con una tiza en la mano cualquier idiota como yo se siente Sócrates. Ese polvo cambia el mundo.