Conviene saber que a los habladores informales nos gusta corregir y aumentar el significado de ciertos vocablos de la parla común, con lo que enriquecemos su campo de aplicación. Así que lo que en el sabido trajinar es un mero ir y venir con géneros o con diligencias u ocupaciones, aquí se convierte, para bien, en una dedicación más intensa, como el trajín de la casa, de la tienda o de la preparación de una fiesta; y para mal, en un trastear y hacer sin orden ni concierto. Pero para nosotros trajinante excluye al que trajina bien: nuestro trajinante (a veces, el nene; pero también el abuelo o la chacha) es el que se mete en todo, el que todo lo toca, el que hace lo que no debe y a destiempo. Es esa persona inquieta y enredadora que todo lo manosea, lo desordena o lo pierde con su continuo y molesto trajinar. Así que el susodicho no recibe más que quejas y reproches, aunque casi siempre en un tono comprensivo y cariñoso, sobre todo si se trata del pequeñuso, al que, encima, se le ríe la gracia.