Se le ha agotado la paciencia. Muchos pensaban y hasta afirmaban que Ana Belén Castejón estaba dispuesta a todo para ostentar el cargo de alcaldesa de Cartagena. Cedió en el acuerdo de legislatura alcanzado hace más dos años, en el que permitió que el líder de Movimiento Ciudadano, José López, pusiera fin a dos décadas de gobierno ininterrumpido del PP y le arrebatara el bastón de mando a Pilar Barreiro, pero, sobre todo, en el reparto de competencias, ya que MC se quedó con áreas tan relevantes como Hacienda, Urbanismo e Infraestructuras. Cedió al no pronunciarse sobre las continuas polémicas que protagonizaba su socio de gobierno con insultos y desprecios a otros concejales de la oposición, por lo que algunos medios le otorgaron el título de alcalde más chulo de España. Cedió cuando, a las pocas semanas del relevo pactado en la alcaldía permitió que la menospreciara y la ninguneara desmintiéndola y tensando la cuerda con una actitud provocadora. Pero ya se ha cansado de ceder y de soportar lo que según ella son continuas faltas de respeto y acusaciones hacia su partido.

Para nadie en el ayuntamiento de Cartagena es un secreto que la relación entre la actual alcadesa y su antecesor no es precisamente idílica. Dicho de forma suave, nunca ha habido feeling. Ha sido un matrimonio muy mal avenido, algo que, especialmente José López, no se ha molestado en ocultar. Se trataba de una unión de conveniencia, sustentada en el objetivo de desalojar a los populares del gobierno y en poco más. Y suscrita en el llamado ´pacto de la servilleta´, porque se firmó in extremis, en un papel redactado a mano, y me atrevería a afirmar que, posiblemente, a regañadientes por parte de la cúpula local socialista. Como quien acepta un mal menor en busca de un beneficio que lo compense.

Y así, a trancas y barrancas, tensando la cuerda más de lo debido y, por qué no decirlo, a duras penas, se ha mantenido vigente una coalición que ambas partes hubieran evitado si hubieran podido.

Sin embargo, Cartagena y los cartageneros nos habíamos acostumbrado a un gobierno así, habíamos asumido este Ejecutivo bicéfalo en el que cada uno parecía ir por libre y mirar para otro lado cuando no le gustaba lo que hacía su socio, nos habíamos resignado a esta descompasada pareja de baile.

Una vez producido el relevo en el sillón de alcaldía el pasado junio, nada hacia presagiar el estallido de la bomba que estalló ayer.

El discurso de López sobre supuestas reuniones secretas del PSOE con representantes de la concesionaria del agua, Hidrogea, en el restaurante de un exedil socialista sólo era una provocación más, a las que el líder de MC ya nos tiene más que acostumbrados. Un episodio acrecentado por el puñetazo que le propinó el citado exconcejal a la mano derecha del exalcalde. Parecía simplemente una polémica más, un enfrentamiento como otros tantos a los que les ha llevado al exregidor su actitud desafiante. Nada hacía pensar que esta vez sí, que en esta ocasión Castejón diría todo tiene un límite y hasta aquí hemos llegado.

Llamó por teléfono a López. Ni siquiera esperó a tenerlo a la cara. Seguramente, como le sucede a una esposa que se siente despreciada, defraudada y harta, no quería ni verlo. Y le puso el divorcio político sobre la mesa. No tuvo miedo, al menos no lo aparentaba. Poco más tarde, lo anunció públicamente. Apartaba al exregidor de sus competencias como primer teniente de alcalde y concejal de Desarrollo Sostenible. Lo hacía sin temor a las consecuencias, porque este inesperado y sorprendente paso augura una más que probable ruptura del pacto de Gobierno y la consecuente pérdida de la alcaldía por parte del PSOE y de Castejón. No me imagino a López aceptando resignado esta decisión sin más. ¿Quién sabe si lo siguiente será una moción de censura? Lo único claro es que, como ocurre estos días en Cataluña, el futuro inmediato de nuestra ciudad, nuestro futuro, está en manos de unos políticos más ocupados en sus disputas que en el bien de los ciudadanos a los que se deben.

No sé quién gana o ganará este pulso, pero sí quién pierde: Cartagena. Y también sé que, al menos por un momento, a nuestra alcaldesa se le borró de la cara su eterna sonrisa. Espero que, siga o no como regidora, nunca pierda su estilo, el estilo Castejón.