Da comienzo esta semana el curso escolar y lo hace en la Región en forma de cascada que cae de forma aleatoria por nuestra geografía. Hoy se estrenan los colegiales de Beniel y Murcia. A partir de ese día, los alumnos se van incorporando a las aulas de forma progresiva pero dispar. La incorporación a los pupitres se extiende desde este martes hasta el próximo lunes, cuando darán comienzo las clases en Lorca y Torre Pacheco, entre otros lugares. En definitiva, el inicio del curso escolar adopta en la Región una forma de llamada a filas de caprichosa diseminación.

No hay tal capricho, sin embargo. Es este que ahora comienza el tercer curso en que la Consejería de Educación deja que sean los municipios quienes establezcan la fecha de comienzo y final de curso. Nuestra comunidad, pues, se erige como pionera en descentralizar semejante decisión. No será nadie en un despacho de la capitalina Avenida de La Fama quien decida cuándo comienzan y acaban todos los pupilos, desde Calasparra hasta La Manga, desde Yecla hasta Águilas. ¿Pero da el calendario escolar para un artículo de opinión?, se preguntará el lector con legítimo estupor. Piénsese así: cada decisión que se arranca de las garras de la alta administración para depositarla en los más directamente afectados supone un triunfo al entender del ciudadano poco seducido por el jacobinismo.

La descentralización en el establecimiento del calendario escolar, por anecdótica que en sí misma resulte, constituye una declaración de intenciones políticas. La medida cuenta con sus críticos. Y es que tendemos a ver descontrol en la diferencia, caos en la disparidad. No se trata más que de unos días de divergencia en la incorporación de los niños a las clases y ya hay quien exige uniformidad. No acabamos de matar al jacobino que llevamos dentro. Nos manifestamos proclives a la diversidad y la autogestión, pero anida en nosotros un estalinista palpitante que reclama centralización y consonancia. Es ese estalinista el que se revuelve inquieto cuando asiste a un calendario desparejado. A un espíritu liberal, por el contrario, no le perturba la diversidad. A mayor cercanía del centro de decisión, mayor posibilidad de ejercer influencia sobre él.

A los políticos hay que arrancarles cada porción de poder como se arrancaría a una leona de la boca un pedazo de la pieza recién cobrada. Aun cuando la porción sea modesta, qué menos que dedicar un modesto artículo.