Toda empresa tecnológica que se precie dedica ingentes recursos a la investigación y desarrollo de Inteligencia Artificial. Emprendedores como Elon Musk nos advierten sobre los peligros que entraña para el futuro de la humanidad desarrollar ordenadores y máquinas que superen en inteligencia a sus creadores. Yo creo que deberíamos estar tranquilos. Lo que impulsa los grandes avances en la historia de la humanidad no es tanto la inteligencia como la estupidez que caracteriza ampliamente a nuestra especie. Ejemplos de grandes avances conseguidos a base de tomar decisiones estúpidas tenemos a manta, especialmente en la historia de la informática. Véase la estupidez de IBM, que desarrolló los primeros ordenadores personales pero olvidó registrar las patentes correspondientes. Apple, cuyos grandes avances tecnológicos fueron en realidad buenas copias de los desarrollos IBM y Rank Xerox, dedicó por el contrario gran cantidad de recursos a protegerlos. Ya sabemos lo que hoy es IBM o Rank Xerox y lo que es Apple, pero la estúpida decisión de IBM permitió que la tecnología que soportaba los ordenadores personales se popularizara a través de los clónicos. Otra estupidez de IBM fue no obligar a Microsoft a venderle en exclusiva un sistema operativo que el espabilado de Bill Gates había adquirido al programador original por la magra cantidad de 30.000 dólares. Eso le enriqueció y le permitió popularizar la informática de oficina con Office. Años más tarde cometió su propia estupidez negando que algo llamado Internet tuviera futuro. Eso facilitó que se desarrollaran navegadores, buscadores y proveedores tecnológicos al margen de que en ese momento era el mayor monopolio informático que jamás haya existido. Cuando se dio cuenta de su error, ya era tarde. Dejemos que las máquinas tomen las decisiones inteligentes, que nosotros los humanos nos reservaremos en exclusiva las decisiones estúpidas que harán avanzar este mundo de locos.