El 12 de agosto, es decir, hoy, está declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas como el Día Internacional de la Juventud. No, no hay que felicitarnos como si del día del padre se tratase, es algo más complejo. El hecho de que la mayor organización internacional existente propusiera que este día lo protagonice la juventud, se debe, básicamente, a que somos ´un problema´ del que se debe concienciar a los Gobiernos de los Estados miembros y a sus ciudadanos. En el caso de los primeros, para que actúen y pongan en marcha las políticas necesarias para que dejemos de ser un problema, y, en el de los segundos, para que exijan soluciones a sus representantes.

A todo esto, las Naciones Unidas se atreven, además, a reconocer a los jóvenes como «agentes fundamentales del cambio social, el desarrollo económico y la innovación tecnológica, así como del mantenimiento y el fomento de la paz. Su imaginación, sus ideales, su energía y su visión son imprescindibles para el desarrollo continuado de las sociedades de que forman parte», por tanto, más que un problema, somos la solución. Lo cierto es que cualquier joven que se disponga a navegar por la web de las Naciones Unidas, se puede sentir, al menos, comprendido. Sí, es poca cosa, lo sé. Aunque que ya es algo.

En las numerosas resoluciones y recomendaciones que las Naciones Unidas hacen a sus Estados miembros no encontrarán la manida frase de los «jóvenes sois el futuro». Esto sí que es de agradecer. ¿Cuántas veces hemos tenido que escuchar que somos el futuro? Parece lógico que aquellos que quieran negarte la participación en las decisiones del presente te digan que eres el futuro. Lo que carece de toda lógica es que «aceptemos el marco», que dirían los politólogos. De terminar haciéndolo, sería un fracaso como generación, algo así como si estuviéramos en el 1984 de Orwell, donde la prole acepta frases del tipo: «La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza».

Admito, por si aún no se habían dado cuenta, mi enemistad, no con el futuro como tal, sino con el uso torticero que se puede hacer del mismo. El futuro es aquí y ahora. Los jóvenes somos presente. ¿Alguien, en su sano juicio, puede creer que la precariedad, la falta de oportunidades en el empleo o la dificultad de emanciparse del hogar paterno son cuestiones del futuro? Si hoy estás en el paro o en el mejor de los casos cobrando 800 o 900 euros al mes, tienes un problema en el presente que, evidentemente, comprometerá tu futuro. Por tanto, si les preocupa nuestro futuro, tendrán necesariamente que trabajar en el presente.

Esto de trabajar en el presente de los jóvenes debe ser una tarea prioritaria de nuestros gobernantes, al nivel de otros temas como pueden ser el déficit hídrico, la infrafinanciación autonómica o las infraestructuras. Es nuestra generación la que debe sentar las bases de nuestro modelo económico en las próximas décadas, unas bases que hoy se ven condicionadas por un modelo que carece de oportunidades, llegando incluso a forzar la emigración del talento que se ha formado aquí, en nuestra tierra, constituyéndose así un drama silencioso.

El día, como pueden ver, no va de celebración, va más bien de hacer una llamada a la reflexión. Una frase de Abraham Lincoln seguro que nos podrá ayudar: «No puedes escapar de la responsabilidad de mañana evadiéndola hoy».