En una época de tipos de interés mínimos, y de euríbor por los suelos, los alquileres de viviendas deberían estar abaratándose. Al fin y al cabo, una renta de un inmueble no deja de ser una renta hipotética del capital que obtendríamos por la venta ese inmueble. La respuesta está, principalmente, en la demografía y en el mercado laboral, las dos grandes fuerzas, junto con el precio del dinero, que afectan al mercado inmobiliario. Sin olvidar otros dos factores concurrentes: que los bancos están exigiendo muchas más garantías para conceder hipotecas y que la gente siente muchas dudas a la hora de alquilar su propiedad. El paro está descendiendo a marchas forzadas, y los más beneficiados de este descenso son los jóvenes. Y cuando los jóvenes, muchos de las cuales ya no lo son tanto, encuentran su primer empleo, lo primero en lo que piensan es en independizarse. Durante la burbuja, la facilidad con la que se accedía a una vivienda -especialmente de obra nueva- permitía a un joven comprar una casa e instalarse en ella, solo o con su pareja. Eso es mucho más difícil hoy en día debido a que los bancos son más rigurosos con los ingresos, el tipo de contratos laboral y, en su defecto, la exigencia de avalistas. Así que un montón de gente joven, con sus trabajos recién encontrados, pero con contratos temporales, y decididos a independizarse cuanto antes, no cuentan con más opción que alquilar. Y así presionan al alza los precios de los alquileres. Como el mercado tiende a autorregularse, esta subida de la rentabilidad en forma de alquileres provocará que muchos inversores compren para alquilar, presionando a la baja los precios. Pero, de momento, estamos en la primera tendencia. Así que, felicidades a los propietarios y mis condolencias para los aspirantes a inquilinos.