La vida es bella, pero en medio del caos general salta de vez en cuando, cada equis tiempo, la alarma sobre un alimento contaminado. Esta vez son huevos afectados por pesticidas. Siete países europeos, Holanda, Bélgica, Alemania, Suecia, Suiza, Francia y Reino Unido, han detectado huevos procedentes de granjas en las que se utilizó fipronil, un veneno empleado para matar piojos y pulgas. El primero de estos lugares, donde se focalizó por primera vez el problema, se ha convertido en un campo de exterminio de gallinas.

Además del colesterol muchos han visto en el huevo la representación del caos original, y algunas mitologías tienen a la cáscara como la tierra, a la membrana como el aire, a la clara como el agua y a la yema como el fuego. Resulta imposible no darle importancia a este sujeto clave de nuestras vidas que es el huevo, por eso todo lo que se relaciona con él nos preocupa y perturba.

El escultor Brancusi, en busca del óvalo perfecto, se pasó el tramo final de su vida acariciando un huevo de mármol, y Colón acható uno de gallina para demostrar a los incrédulos que en este mundo nada es imposible. Dalí se valió del huevo cósmico como reclamo de su extravagancia, y ahora el huevo holandés es una nueva amenaza alimentaria.

No hay por ahora peligro con los huevos en España. No todas las plagas están reservadas al mismo pueblo. El consumo en los países de las gallinas afectadas por los pesticidas es «moderadamente peligroso», según las autoridades sanitarias.

En el peor de los casos, una leve laceración del hígado o de los riñones. El huevo, esencial, siempre está en crisis por uno u otro motivo. Un colesterol u otro.