Los verdaderos sabios sonpersonas abocadas a la soledad, a la incomprensión, a quedar de lado condescendientemente o con intencionada ignorancia por sus cercanos y contemporáneos. La lista de esos hombres y mujeres y de sus obras sería larga€ Y uno de esos hombres, entre nosotros, ha sabido fustigar lugares comunes de nuestra cultura. Nos ha provocado sin tasa, siempre con argumentos que, entendidos y atendidos en lo que valen, pueden convencernos. Ese hombre es Fernando Sánchez Dragó, y está destinado a quedar en la historia de nuestra literatura como un verdadero heterodoxo, y si no el último, con toda seguridad uno de los polémicos, controvertidos y cultos entre nuestros contemporáneos.

No estando en total acuerdo con él en algunas de sus opiniones (en casi todas respecto a sus apreciaciones acerca del hombre espiritual y las culturas), Sánchez Dragó, que se define a sí mismo como «un hombre sin etiquetas», sus flechas son acertadas en las dianas convencionales de las grandes ideas establecidas por el poder de las multinacionales; por ejemplo, el cosmopolitismo frente al desastroso multiculturalismo que arrasa identidades profundas de culturas autóctonas milenarias.

Fernando Sánchez Dragó ha venido a Mazarrón. Estuvo aquí los días últimos de julio, calurosos y marinos, para ejercer de presidente del jurado del Premio Villa de Mazarrón / Antonio Segado del Olmo, ya tan prestigioso internacionalmente. Previamente nos ofreció una conferencia, que no dejó indiferente a nadie de entre los asistentes (jueves, 27,Hotel Playa Grande).

El autor de una extensa obra literaria de diversos géneros, puede llevarnos a la mayor hondura del alma humana, pues como los presocráticos puja por el hombre, en «lo que está dentro de nosotros». Nos gusta su ideario, aparentemente conservador, claro: «No interesa que las cosas cambien sino profundizar en ellas».

Libros como el exitoso Gárgoris y Habidis, La prueba del laberinto o El sendero de la mano izquierda, por citar algunos de entre los de distintos temas de este autor único de nuestra lengua, deberían estar en cualquier biblioteca, y al alcance de las manos de los más jóvenes, como una forma de terapia cultural, para así actuar sobre sus mentes como una catarsis realmente contracultural (la impuesta por la tradición judeocristiana durante largos siglos y nefasto modelo para la actualidad y el avance efectivo de un nuevo modelo humano y espiritual más acorde con la humanidad presente).

El viernes, 28, día culminante de los premios de relato corto, Mazarrón se engalanó con la presencia de uno de esos pocos personajes, intelectuales y escritores españoles, europeos, que saben, con verdadero conocimiento e intención, agitar las conciencias. Fernando Sánchez Dragó, nacido según nos parece fuera de tiempo y proyectado al futuro, pasa entre el adocenado criterio presente en sus contemporáneos con la antorcha en alto. Escucharle en una conferencia fue algo extraordinario. Como su admirado Aldous Huxley, también Fernando abomina de un mundo que se parece al entrevisto por el escritor inglés: ´un mundo feliz´ como el nuestro inmediato, como un parque temático€ Pues frente a la lógica terrestre y material y la intuición espiritual, él es consciente en la oportunidad de nacer de entre «un millón de millones de espermatozoides, todos ellos vivos: / de su cataclismo un pobre Noé / se atreve a esperar sobrevivir. // Y entre ese billón menos uno / podría haber tenido la oportunidad de ser/ Shakespeare, otro Newton, un nuevo Donne / - Y el elegido fui yo-» ("A million million spermatozoa, / All of Them alive: / Out of their cathaclysm but one peor Noah / Dave hope to survive. // And among that billión minus one / Might have chanced to be / Shakespeare, another Newton, a new Donne - / But the One was Me").

Es consciente Fernando Sánchez Dragó, pese a su saber (o por ese saber), de la eventualidad de una vida y su destino correspondiente. De ahí, de esa razón e irracionalidad surge la fuerza de un intelecto como el suyo, diverso, original, admirable, brillante, incontestable.