Dentro de tres días se cierra un nuevo año judicial, teniendo en cuenta que agosto es inhábil salvo para cuestiones urgentes (penal, menores, familia, salas de vacaciones?), pues en septiembre se procederá a la apertura del nuevo curso judicial en el salón de plenos del Tribunal Supremo. Normalmente con la asistencia del Jefe del Estado, que leerá un discurso escrito ad hoc, manifestando una vez más lo importante que es la Justicia en un Estado de Derecho. A él le acompañaran numerosos magistrados, fiscales y letrados de la administración de Justicia. Previamente hablarán el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (que es el mismo) para reivindicar la independencia del poder judicial y la necesidad de que existan más jueces y más medios materiales que funcionen.

Por su parte el Fiscal General del Estado, tras un balance de los muchísimos escritos de acusación que han efectuado a lo largo del año con el éxito subsiguiente de sentencias condenatorias, pedirá más fiscales y que les dejen trabajar.

Entretanto el ministro de Justicia, siendo consciente de que van dirigidas todas las peticiones a él como representante del Ejecutivo, pondrá cara de póker y estará pensando, vais listos, si no hay dinero, porque entre amnistías fiscales ilegales y choriceos de todo tipo desde arriba abajo, las arcas del Estado han disminuido de manera proporcial a como otros se han enriquecido injustamente.

Finalmente, los magistrados, fiscales y letrados de la Administración de Justicia presentes en el acto, con la cabeza medio agachada por aburrimiento o incredulidad (solo algunos, supongo) mascullan entre dientes: más de lo mismo. Y siguen sin esperar que la Justicia funcione con la rapidez que es exigible.

Aun así, la Justicia funciona. Muchos que se creían intocables están acabando en la cárcel. Desde tesoreros de partido político hasta banqueros envidiables y admirables en otra época, como Mario Conde (amigo de J uan Carlos I) o Blesa (amigo de Aznar) con un final muy triste, han sido o están siendo juzgados no solo por la sociedad sino también por la Justicia, que es lo que interesa. Ya no son el paradigma del éxito ni los que levantan un país. Incluso los que se creían honorables han dado muestra, gracias a la Justicia, de lo poderoso que es don dinero, pasándose presuntamente, por el forro de su barretina, la honorabilidad, el Parlament y hasta la mismísima Iglesia católica. A otros se les ha acabado lo de chupar de una pelota (con lo difícil que es). Tras innumerables años siendo reelegido para presidir la Federación de Fútbol por su incuestionables méritos y valores, ahora resulta que se estaba aprovechando para sus propios intereses, los de su hijo y los de su vicepresidente, de uno de los mayores negocios del mundo. Imagino el iris de sus ojos con el símbolo del dólar cuando España ganó el mundial de Sudáfrica. O no, porque no faltan muchas voces que ponen la mano en el fuego por Villar. ¡Válgame el Señor! (sic, presunción de inocencia).

Y muchos más casos y supuestos que no enumero en este momento, pero que serán noticias, seguro, el próximo año judicial. Algunos porque finalicen y otros porque aparezcan nuevas sorpresas gracias a la investigación de la policía judicial a las órdenes de jueces y fiscales. Lo del 1 de octubre no será sorpresa: acabaran todos inhabilitados para el desempeño de funciones públicas. Solo falta que les obliguen a devolver el dinero desde su bolsillo gastado en algo ilegal.

Y todo esto con falta de medios personales y materiales.