Frase que no me gusta nada en razón de la utilización que de ella se hace. Amar el arte, apasionarse con él, escapa al significado con el que habitualmente se dice el tópico. Que alguien ame el arte, que sea generoso en la entrega creativa, no quiere decir que no se le deba reconocimiento o remuneración por su trabajo. Se dice mal y se entiende peor. Se puede regalar el arte a quien uno esté dispuesto a regalar, porque la vocación cuenta y mucho, pero no justificarse nunca la generosidad del artista con la 'hermosa' tendencia de entregar el alma por amor al arte.

Digo esto al paso de no confundir una actividad profesional en torno al arte con ese 'por amor al arte' perverso. Los trabajadores del Museo Gaya (los conozco a todos, a todo el pequeño gran equipo de la institución) están sin cobrar sus salarios cinco meses. Son profesionales y buenos, magníficos, diría yo, todos ellos, que hacen un trabajo impecable, ilusionado, apasionado, con el esfuerzo que haga falta hacer en cada momento. Están enamorados de su trabajo pero no por ello se puede ser descuidado con sus derechos y remuneraciones.

El Museo Gaya funciona como un reloj, en todo tiempo y temperatura ambiental; es más, es motor de que la ciudad, la gran ciudad, no colapse su momento cultural, dinamiza y es atractivo en todo tiempo.

La capital de la región tiene un Ayuntamiento poderoso; no existe justificación distinta a la negligencia o a la dejadez para que estos contratados y bien contratados, se vean abocados a recordar la frasecita célebre del 'por amor al arte'. Prestan un servicio necesario a la ciudad, brillantísimo y deberían estar, incluso, mimados por su entrega y buen oficio. No me sirven las excusas de la burocracia estéril, de que todo se arreglará, de que la Administración pública, regional o municipal es así. Falacias

A ninguno de los integrantes de la plantilla del Museo Gaya se les ha notado el más mínimo gesto agrio ante su situación laboral. Debe ser que amar de verdad el arte consuela y tener la suerte de trabajar donde trabajan lo consideran un privilegio aunque les paguen tarde, poco y mal. No es así. Por amor al arte significa otra cosa distinta, muy distinta, nada que tenga que ver con la obligatoriedad de regalar el mimo preciso para sacar adelante uno de los proyectos más hermosos de la ciudad.

Y quizá se me recuerde que yo mismo fui contrario en los 80 a la fórmula museística; no tengo empacho en rectificar que ha sido precisamente el funcionamiento del Museo el que ha hecho que cambiemos de percepción ante su día a día. Y eso es un logro del equipo humano que lo abre y cierra cada día. A nadie se le escapa que la dirección de Manuel Fernández-Delgado Cerdá es, en este caso, fundamental. De amor al arte comprobado.