Pst. Hey, tú. Sí, tú. ¿Quieres oír algo radical de verdad? No, no es un tema trap. Ni punk. Ni reguetón ni nada de eso. Es una frase. Se la dijo un psiquiatra, Guillermo Rendueles, a un paciente. Agárrate que viene: «Usted no necesita un psiquiatra, necesita un comité de empresa». Uaala. Sí, tío. Menuda hardcorada. Lo sé.

La idea descombacante de que gran parte de nuestro malestar, nuestros problemas psíquicos y nuestros dolores pueden estar relacionados y no van a curarse con una pastilla y un libro de autoayuda le da forma a la última novela de Marta Sanz, Clavícula (Anagrama, 2017). La autora narra una historia muy familiar (real para ella): la angustia laboral somatizando, convirtiéndose en dolor en el cuerpo de las mujeres, y la espesa cortina de clichés (entre lo machirulo y lo oligofrénico) con que nuestra sociedad provoca y 'da respuesta' al problema, en un círculo que echa a rodar con la hipercompetitividad contemporánea, en nuestro mundo de emprendedores vitaminados, y que se cierra culpando a la víctima de su propia ansiedad, de su propio agotamiento, de su propia inadaptación. Una píldora (ansiolíticos, analgésicos, antihipertensivos, etc.) y a la casilla de salida, como en la oca.

La novela recoge la búsqueda de respuestas que emprende la autora más allá de este círculo vicioso neoliberal, y no llega a conclusiones definitivas. Estamos solos, pero no tanto. Somos egoístas, pero no del todo. Prima el hedonismo consumista, pero también pervive la ancestral costumbre de darnos cuidados. El caso es que Marta estará en Murcia el día 29, charlando con la escritora y psicoanalista Lola López Mondéjar (Hospital Reina Sofía, 20h.) sobre éstos y otros temas: malestar, subjetividad, cuerpo, sociedad. Y esto me ha reconciliado con mi ciudad, después de un fin de semana de horror. Y no me refiero solo al hecho de que podamos participar en esa charla, entre Marta y Lola, sino a que haya sido un grupo independiente de psiquiatras del Servicio Murciano de Salud quienes la han organizado.

Vivimos (probablemente tú, con toda seguridad yo) en una autonomía administrada por personas (en concreto la portavoz del Gobierno regional, para más guasa) que no ven mayor problema para su credibilidad si anuncian dos veces un plan regional de fomento de la lectura y lo dejan sin presupuestar hasta saltar de consejería. En una ciudad que tala su árbol (el símbolo de la capital) después de dejarlo agonizar a base de urbanismo cementero-terracero. Con las fuerzasycuerpos en manos de un tipo (el delegado del Gobierno Sánchez-Solís) que las pone a identificar y multar a los asistentes al Orgullo mientras permite a bandas de neonazis campar a sus anchas y apalear a esa misma comunidad LGTBIQ. Pero (y esto es muy, muy importante) también vivo en un rincón del país donde unos cuantos profesionales pueden organizarse, poner un tiempo y un dinero que no sobran y traer a Marta a charlar con Lola, a darnos algunas respuestas (muy hardcore, muy descombacantes) a nuestros dolores cotidianos. Es por esa gente bonica que aguanta sin callarse ni resignarse ni tomarse la pastilla que nada está perdido, ni siquiera en esta esquina tan rara de la vieja península, bajo el intenso oleaje, de calor.