El aumento de la temperatura y, por ende, del nivel del mar, fenómenos meteorológicos extremos, problemas respiratorios, la extinción de especies, y así un largo etcétera. El denominador común es el cambio climático. Todos conocemos la mayoría de las consecuencias que puede tener para la vida del ser humano el calentamiento global, aunque muchas de ellas las echamos pronto al olvido por creer que, en caso de suceder, será a largo plazo. Curiosamente, hay otra muy desconocida, aunque habitual, según refleja la Historia y un grupo de expertos liderados por Solomon Hsiang, de Berkeley, que también debería preocuparnos. Cuando el calor aprieta, la tensión se palpa, estamos más irritables, incluso irascibles, y, me atrevería a decir, menos lúcidos. No en vano, muchas de las guerras que pueblan los libros de texto se han iniciado en verano o en episodios de fuerte calor. Ejemplos de ello son la Revolución Francesa, la Guerra Civil española, la Primera y Segunda Guerra Mundial, la del Golfo, la de Marruecos... La historia habla. Y en esta inesperada, a la par que previsible, consecuencia del aumento de las temperaturas hacen hincapié varios científicos en un estudio publicado por la revista Science en 2013. No pretendo ser catastrofista, pero, ya que estamos, es un detalle importante a tener en cuenta. La situación política mundial ya está bastante caliente de por sí como para echar más leña al fuego olvidando la responsabilidad que tenemos con el cambio climático, como decidió hacer Donald Trump a principios de mes al abandonar el Tratado de París, sea dicho de paso. Si todos estos argumentos no les convencen para adoptar una conciencia más ecológica, seguro que con el siguiente lo consigo: imaginen, ahora que aún nos queda al menos una semana de termómetros disparados, una Región de Murcia con el mercurio como el de estos días. Pues eso.