Hacía muchos años que no veía a Emilio Morales y, por desgracia, tampoco comía el arroz con verduras que en aquellos años ochenta y noventa nos hacía en su primer Café Continental, en la calle de Santa Teresa. De aquel lugar recuerdo muchas cosas. Tuve la suerte de ir a él en aquellas Semanas de Cine que se hacían en Murcia. La primera vez fue con Antonio Banderas y Juan Echanove, a los que les dieron exaequo el premio de cine constituido con el nombre de Francisco Rabal. Paco, que tuvo que irse pronto al hotel, obligado por su colon irritable, me encomendó cuidar de estos amigos. Y acabamos en el Continental y hasta las tantas.

Era aquel Continental de entonces un lugar de encuentro, muy de quedar para tomar una copa o un arroz, y con suerte, aunque no quedaras, siempre había un amigo o un conocido. Las paredes, llenas de cuadros, sobre todo de artistas murcianos, una larga barra y unas pocas mesas, seis o siete, eran toda la decoración del local, que sobrevivió desde el año 1983 hasta el 1997. Fue, unos años después, abierto nuevamente, pero yo no lo sabía, ya que, viviendo como vivo muy apartado de la ciudad, mis hijos me dijeron que comíamos en El Continental y que ahora se llamaba Bistró, en honor a los bares franceses de vino y queso.

Y el viernes me fui con la familia al completo, incluida mi nieta Candela, al nuevo Continental, que guarda ese gusto que tienen Emilio Morales y Elena Virgili para la decoración minimalista y los cuadros bien elegidos, que de eso sí que saben, porque han sido galeristas durante muchos años.

Cuando pedimos una cervecita en la barra de espera, nos la sirvió la hija pequeña (es un decir) de Emilio y Elena, Sofía. Repasamos algunas anécdotas de su padre, que fue El Zorro Justiciero junto a Javier Alcaraz (hermano de mi buen amigo Félix), y detalles de aquellos años del primer Continental de Santa Teresa. Después repetimos nuestro arroz de verduras, excelente, como siempre, y Emilio nos contó alguna nueva de los viejos amigos, y era como si aquel joven Ángel Montiel de entonces (junto a aquellos pintores, escritores, periodistas, músicos, amigos€) presidiera aquella mesa familiar a la que yo había vuelto con la alegría que, supongo, se me notaba.

Una vez allí destiné mis pensamientos a lamentar el tiempo que había perdido con no ir antes, y en la calle Simón García, al Continental Bistró (desde octubre de 2012 que existe), y a contar alguna anécdota que presencié del afamado familiar de los dueños de El Continental, el pintor y artista total Vicente Viudez. Y prometí volver un día de estos a recuperarlo (el tiempo de amigos, claro), llevándome un regalo precioso de Emilio (siempre tan generoso): un CD del cantaor de flamenco Julián Páez, que tanto me gusta, interpretado con sus amigos músicos varios poemas de Miguel Hernández. Y ahora lo oigo, en mi ordenador y lleno de una alegría interior porque no es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor, sino, en mi caso, hoy, igual, exactamente igual.

Gracias, Emilio, por existir. Y por ser así.