Este fin de semana se celebran en la región los principales actos de la semana 'Murcia Entiende Así', el tradicional 'orgullo'. Entre estas actividades destaca el desfile que recorrerá la Gran Vía de Murcia reivindicando derechos y libertades de un colectivo, el LGTBI, históricamente vulnerado y perseguido. Afortunadamente hoy en día en nuestro país, y en concreto en nuestra región, se ha avanzado en la convivencia entre quienes viven su sexualidad de forma distinta.

Digo afortunadamente porque esto ha supuesto que muchas personas puedan dejar atrás el dolor y humillación provocados por una sociedad rancia e intolerante. Aún así queda mucho por hacer y trabajar, y no debemos bajar los brazos, sino educar en valores de respeto a todos nuestros pequeños, con objeto de que sean ciudadanos de una sociedad tolerante y respetuosa en el futuro.

En los últimos años España ha sido ejemplo a nivel internacional por la valentía con la que nuestra sociedad ha incorporado a nuestra legislación el matrimonio entre personas del mismo sexo, con naturalidad y con todas las garantías jurídicas que corresponden. Es justo reconocer el camino emprendido por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, que inició los trámites legislativos necesarios para hacer realidad una reivindicación justa. Pese a las resistencias de diferentes colectivos y partidos políticos a este avance lo cierto es que el matrimonio entre personas del mismo sexo es una cuestión aceptada hoy en día en nuestro país y copiada por numerosas democracias occidentales que han seguido los mismos pasos que el Gobierno español. En esto debemos sentirnos como nación orgullosos de habernos convertido en punta de lanza de una demanda necesaria, dentro de una sociedad tolerante, moderna y que defiende la libertad.

Desgraciadamente a lo largo del mundo hay infinidad de países en los que no sólo no está establecido este derecho sino que el hecho de vivir la sexualidad de forma libre es motivo de persecución, con consecuencias en ocasiones que llevan a la privación de libertad o incluso a la muerte. Hasta que esta injusticia no sea resuelta las democracias occidentales tenemos la obligación de trabajar en la visibilidad y en hacer valer la defensa de los derechos y la dignidad humana.