Este es también un libro de cocina. Digo ‘también’ porque es casi lo de menos. Sobre todo es un libro acerca del placer. Del placer de vivir, y de hacerlo en comunión íntima con los dones de la Naturaleza. La autora toma de ella sus frutos de temporada y explica el proceso de elaboración que convierte su humilde origen en el lujo de la mesa puesta. El relato es tan demorado, preciso y expresivo que el lector puede compartir la felicidad del corro de los comensales.

Cada capítulo es un plato, una receta. Pero es, más que esto, una historia. Son pequeños, elementales episodios de la dicha cotidiana. Relatos del vivir alrededor de la cocina, donde se transmiten los saberes y se hilan las costumbres. Todo pertenece a una tradición antigua, originaria en los confines del tiempo y se honran con constancia los misterios que arman la memoria del gusto.

Isabel Navarro López nos adentra en el más primitivo laboratorio, donde entre un revuelo de delantales y voces alegres, las cazuelas y las sartenes hacen las veces de probetas y cada día se reproduce una experiencia cursada por el tiempo, que pasa de abuelas a nietas sin que se pierda un átomo de sabor. Es una cocina de mujeres, que contribuyen con su delicado trabajo a aliviar la pausa laboral de la jornada y es, por tanto, una cocina eficaz, de sensaciones profundas, ligada a lo cotidiano, una tarea funcional que, sin embargo, esconde un arte insustituible. La cocina de pueblo, fundacional y sensata, perenne.

Este libro ha sido escrito a lo largo de un año, en cadencias de un capítulo por semana, para su publicación primera en la contraportada de LA OPINIÓN. Y ha recorrido así el ciclo de la Naturaleza, que en cada estación ofrece productos distintos y convoca a ceremonias que se ritualizan con platos tradicionales específicos. Ha ido creciendo, pues, al ritmo de la ‘actualidad’, por decirlo así, inspirándose la autora cada semana en lo que en ese momento ofrecían el huerto o la plaza. Si subrayo esta particularidad es porque añade mérito tanto al contenido, ya que es un panel anual de lo que se pone sobre la mesa, como al trabajo de Isabel Navarro, que lo ha hecho apremiada por la exigencia periodística, sin que el lector aprecie desmayo ni improvisación urgente en su exquisito estilo narrativo.

Porque es el estilo, la manera de contar, lo que hace a este libro diferente a los tan típicos como abundantes manuales de cocina. Aquí, la cocina es casi un pretexto. En estos relatos, y digo relatos porque en el fondo son cuentecillos, se refleja la luz dorada del tiempo, el ambiente del hogar, el deleite tan femenino por lo bien hecho. Son historias emocionales, a las que uno asiste desde su sillón de lectura como si de niño estuviera tomado en el halda de su madre y desde ella fuera espectador y protagonista de los trajines de la cocina. Son relatos para leer con un fondo de copla, de estribillos entrecortados de viejas canciones mientras alguien atiza la lumbre. Y todo mediante una escritura sencilla, en la que no sobra una sola palabra, de una precisión perfecta, en la que se unen la eficacia narrativa y el aire evocador. Literatura, en definitiva.

Isabel Navarro ha compilado los fragmentos de un tiempo ido y tan actual en que los sabores eternos rebrotan en la memoria y nos atrapan en instantes de felicidad. Su prosa tiene la virtud de destilar intensos destellos visuales que nos acercan al calor de las brasas, al humo de la chimenea, al aroma de la fruta recién cortada, a las tardes de lluvia lenta, a la sensación protectora del recogimiento en esos hogares del pueblo provistos de despensas primorosas y esenciales, al esplendor de la mesa bien dispuesta…

Y tan brillantes como los relatos, los bodegones fotográficos de Marcos Salvador Romera, que componen lo que la autora sugiere, pero con el cuidado de no someterse maquinalmente a lo que el texto dicta a la vez que sin fugarse de su función ilustradora. Las fotografías, pues, no son meras reproducciones, sino que también contienen un lenguaje interior que expresa la huella del tiempo y una vieja y profunda sentimentalidad, tan necesaria. Véase, como elemento extraordinario, la variedad de manteles sobre los que aparecen las piezas gastronómicas, un primor que alude al concepto básico que inspira el libro: el placer es un mundo de detalles.

Amor, delicadeza y buen gusto. Palabras que podrían resumir cómo se ha compuesto este libro. Es decir, las mismas que el mejor de los buenos platos.

Presentación. El libro La boca agua, de Isabel Navarro López, se presenta esta tarde, a las 20 horas, en el Palacio del Almudí, en Murcia.