Españoles, Pedro ha resucitado. La noche de octubre en la que abandonó Ferraz con sed de venganza por la consumación de su muerte anunciada nadie daba un duro por su vuelta. Ni siquiera tras el numerito de la conspiración judeomasónica contra su persona en la famosa primera entrevista que concedió a Jordi Évole. Aquella de «César Alierta y Juan Luis Cebrián conspiran contra mí, no como José María Álvarez-Pallete, que sólo está interesado en vender ADSL».

Ni siquiera, decía, después de ese ejercicio de reflexión política de una magnitud tal que su mayor autocrítica fue reconocer que en realidad quienes tenían razón eran los que le impidieron ser presidente del Gobierno (Podemos), y los que estaban equivocados eran los que le pusieron en bandeja llegar a la Moncloa con la entonces no suficientemente bien ponderada cifra de 90 diputados (PSOE y Ciudadanos). La atención mediática decayó, y el debate público se centró en ver hasta qué punto Susana Díaz (rebautizada como Susana Clinton después del fatídico domingo de hace unas semanas) iba a aplastar a aquel que en su día conquistó Ferraz gracias a su impulso.

Pero si nosotros no apostábamos ni medio céntimo por su vuelta, mucho menos su equipo de estricta confianza. Recordarán ustedes la salida de César Luena, entonces secretario de Organización, con un enfado monumental después del Comité Federal que acabó con Pedro en octubre. «Yo estaré con Pedro Sánchez hasta la muerte», decía. Lo que se le olvidó mencionar fue que con ´muerte´ se refería a ´muerte política´ y con ´muerte política´ se refería hasta el momento en el que apoyar a otro candidato implicara que su situación orgánica fuera potencialmente mejor.

Y entonces, llegó Patxi. El siguiente traidor en la escala de traidores. Y entre César Luena y el exlehendakari convencieron a Pedro para que abandonara el escaño, porque «¿cómo vas a apoyar la abstención si te has opuesto tanto a ella, y cómo vas a pretender ser secretario general si desobedeces el mandato del Comité Federal?». Porque si la famosa trama de Podemos existe, el tramabús más justo de todos los tiempos llevaría la cara del establishment de la primera era del Pedrismo.

Recordarán cómo en las primeras semanas de elecciones primarias el equipo de Sánchez (los del «hasta la muerte con Pedro») se convirtieron en el grupo de apoyo de Patxi López. Ni el dignísimo Luena, ni la balear Armengol, ni nuestra dinastía Tovar (capítulo aparte, si me permiten el inciso, es el ridículo nacional que hicimos los murcianos con aquel «por imperativo, abstención» que pronunció nuestra María González en el Congreso, como si alguien le fuera a quitar su escaño por tener principios o como si en algún momento se le hubiera pasado por la cabeza que era buena idea replicar el esquema de acatamiento de la Constitución de los batasunos para no enfrentarse a la sanción económica que le habría supuesto mantenerse en el ´no es no´). Ninguno de ellos se mantuvo al lado del que apenas dos semanas atrás había sido su líder. Todos, murcianos incluídos, alrededor del izquierdista Patxi que rechazaba el viraje neoliberal salvaje que había implicado dejar gobernar a la única fuerza política capaz de conformar Gobierno sin el apoyo de los secesionistas. Ese viraje que, supongo, no fue tan grave en 2009 cuando se convirtió en lehendakari gracias al apoyo del PP vasco.

Pero más allá de traiciones y conversiones, lo cierto es que todos los pesos pesados del partido estaban en contra de Pedro Sánchez. Los rubalcabistas, los chaconistas, los felipistas, los guerristas, los madinistas, los luenistas, los tovaristas. Todos los que antes de la llegada de Pedro el Resucitado eran alguien en el PSOE se oponían a él en estas primarias. ¿Y cómo es posible ganar unas elecciones cuando todos los aparatos que han existido hasta el momento en tu partido, incluido el tuyo propio, están en tu contra? ¿Cómo se ganan con mayoría absoluta unas primarias cuando hasta los que han trabajado contigo han huido al susanismo (como Antonio Hernando) o al patxismo (como Óscar López)?

Pues, en el caso de Pedro, se ganan jugando a ser Podemos. Y no por cuestiones ideológicas, que también. Se ganan enfrentando a los de abajo, los militantes, contra los de arriba, los cargos. La rebelión de las bases contra el establishment por acabar con una víctima del sistema. Los militantes radicalizados que no comprendieron una abstención que sus propios cargos públicos estuvieron vilipendiando durante más de un año. La mezcla explosiva de que el establishment utilizara la excusa de acabar con un mal candidato cuando en realidad pretendía acabar con el rebelde secretario general.

Y en ese contexto, Pedro Sánchez se hizo con el relato. Y después del mayor viraje ideológico que se recuerda en un alto cargo de tal magnitud, después de la traición de su equipo, después de la unión de todos los titanes en su contra; el hombre que llevó al Partido Socialista a la mayor crisis institucional de su historia ha resucitado de entre los muertos políticos. Y lo ha hecho para convertirse en la voz de unos militantes que parecen haber olvidado que el primer fin de un partido político es ganar elecciones.

Con todo esto, volvemos a octubre. Con unos presupuestos más, una Susana Díaz menos y muchas más imágenes de la chupa de cuero roja de la mujer de Pedro Sánchez. Y es que, españoles, su marido ha resucitado. Que el PSOE lo haga ya es otro tema.