Si tuviera la responsabilidad de ser presidente del Gobierno regional me plantearía la creación de una Consejería de Transformación Digital. Estamos ante uno de los retos más importantes a los que se enfrenta la economía mundial, inmersa en un proceso de cambios que se desarrollan a gran velocidad sobre tres ejes: la globalización, la transición de la energía fósil a la renovable y la digitalización. Sin duda, estos cambios estructurales de la economía tendrán implicaciones sociales y ambientales, lo que nos debería preocupar y ocupar.

Si la primera revolución industrial fue la máquina de vapor; la segunda, la electricidad; la tercera, el uso de la electrónica y la informática; la cuarta viene de la mano del uso de las tecnologías digitales. A diferencia de las anteriores, esta llega a una velocidad que da vértigo y genera incertidumbre.

El uso de los datos (big data), la utilización de plataformas de almacenamiento digitales compartidas, la impresión 3D, la robótica o la realidad virtual son algunas de las tecnologías que en los próximos meses y años traerán profundas transformaciones que incidirán de forma radical en nuestras vidas.

Es difícil adivinar hasta qué punto va a cambiar el mundo tal y como lo conocemos, pero intuyo que aumentará nuestra esperanza de vida, existirán nuevas demandas de consumo, van a cambiar las relaciones comerciales y los sistema de producción, y habrá nuevas oportunidades de negocio. Abordar estos cambios sin la acción mediadora y protectora de las administraciones públicas implicaría asumir brechas económicas y sociales, con más crecimiento de la desigualdad, lo que pondría en riesgo la convivencia.

Afrontar este proceso de transformación digital de la economía es imprescindible para asegurar la supervivencia del tejido productivo de nuestra Región en un entorno cada vez más globalizado y competitivo. Estos cambios tendrán un gran impacto sobre el mercado de trabajo, van sustituir mano de obra por sistemas tecnológicos (robots). Aseguran los organismos que se dedican a observar estos cambios que es la primera vez, desde la primera revolución industrial, que las nuevas tecnologías están destruyendo más empleo del que se crea. En la última conferencia de Davos se presentó un informe en el que se indica que en los próximos cinco años se perderán más de siete millones de empleos en los países desarrollados debido a la automatización. Afirmaciones que cuestionan algunos expertos que aseguran que también esta revolución industrial traerá más empleo.

Lo incuestionable es que se agrandará la brecha entre mano de obra cualificada y no cualificada, entre trabajos repetitivos e innovadores, dejando sin oportunidades a los trabajadores sin formación. El mercado va a demandar un perfil de trabajador más especializado, creativo e innovador. En la actualidad, en nuestra Región existe un enorme desajuste entre la formación de los profesionales y las necesidades de nuestras empresas. Desajuste que va a seguir creciendo si no se adopta un plan de acción coordinado entre instituciones públicas y privadas que garantice la adaptación de la formación de los trabajadores a la demanda de las empresas para no dejar atrás a los más desfavorecidos, mejorar nuestra competitividad como Región, generar un crecimiento sólido y sostenido y crear empleo de calidad.

Nuestra Región, según un reciente estudio de la CE, está entre las menos competitivas de la UE. Entre 263 regiones evaluadas, ocupamos el puesto 210. Solo aprobamos en dos de los índices analizados, obtenemos 30,18 puntos sobre 100 y estamos peor que en el año 2013.

Nuestra máxima debilidad son las infraestructuras y la innovación en donde solo obtenemos 17,7 puntos sobre 100; es decir, muy deficiente.

La Región de Murcia no ha emprendido la necesaria transición hacia la economía del conocimiento, la innovación y el emprendimiento tecnológico, ni parece que el Gobierno regional, que sigue en sus cosas, tenga intención y capacidad para hacerlo. Urgen medidas que impulsen un cambio del modelo de crecimiento. La industria en general y la inteligente en particular sigue siendo la asignatura pendiente de nuestra economía. La aportación del PIB industrial, el sector que genera el empleo más estable y de más calidad, a la economía sigue estancada en el 16 por ciento, lejos del objetivo del 20% que marcó el Gobierno al inicio de legislatura. Los índices de producción industrial bajaron en el año 2016 un 5,2 por ciento con respecto a 2015 y seguimos 11 puntos por debajo de la media. La inversión en I+D+i en el año 2015 fue del 0,88% del PIB, muy alejada de la media de España que se situó en el 1,22%, y la productividad de nuestra economía está 32 puntos por debajo del País Vasco.

Nuestra Región es muy dependiente de los servicios y la agricultura. Necesitamos una economía más diversificada, con mayores niveles de productividad, más dinámica, más global, más internacionalizada, con más inversión en I+D+i, con mayor presencia tecnológica en las empresas, con un uso eficiente de los recursos, un impulso decidido hacia la digitalización y un Gobierno con objetivos claros que lidere este proceso de transformación.