Pedro Sánchez es el líder socialista que cosechó los peores resultados electorales del PSOE en su historia. Por dos veces, en su triste periplo por las urnas, llegó a socavar el suelo electoral de su partido. Conviene recordarlo. Pero, forzado por las circunstancias, Sánchez se está destapando como un político firme y perseverante. E incluso audaz. Puede enarbolar la bandera de la coherencia cuando mantuvo su ´no es no´, lo que le arroja una virtud política, un sello de identidad donde antes había un político discreto. Y es también el secretario general que los militantes han querido. Conviene destacarlo. Su victoria ante Susana Díaz (una candidata que ha sembrado su camino por las primarias a base de tópicos, con un discurso muy pobre) posee además el mérito de quien doblega al aparato, a los barones y a los viejos jerarcas del partido. La adversidad le ha servido para rebelarse y reivindicarse: ´Pdro Snchz´ ha vuelto al ring. Adolece de incoherencias aún pendientes de resolver (por ejemplo, cuál es su idea del país: la que proclamaba en campaña o la que dio en la entrevista con Jordi Évole una vez derrotado) y afronta el mayor desafío al que se ha visto desembocada su formación en la última década: ser relevante en la política española. De momento, ha despejado con éxito una incógnita: los militantes le prefieren a él; pero, ¿y los españoles?