La Iglesia copta de Egipto ha tenido recientemente un merecido protagonismo, no solo debido a la reciente visita del papa Francisco en los últimos días del pasado mes de abril, sino también, y sobre todo, por el último atentado que esta Iglesia, permanentemente martirizada, sufrió durante la celebración del Domingo de Ramos en dos iglesias: la catedral de San Marcos de Alejandría y la iglesia de S. Jorge de Tanta, con un resultado de cuarenta y ocho víctimas mortales y ciento veintiséis heridos.

La Iglesia copta representa un diez por ciento de la población egipcia. En un país de setenta y siete millones de habitantes, en su inmensa mayoría musulmanes, los coptos llegan a los nueve millones.

Sin embargo, esta Iglesia constituye la minoría cristiana más numerosa de todo el Próximo Oriente y una de las más antiguas de toda la cristiandad. Sus orígenes se remontan a tiempos del Antiguo Egipto y a la predicación del apóstol San Marcos en la primera mitad del siglo primero. Es decir, ya existían como tal Iglesia seiscientos años antes del nacimiento del Islam. Más tarde, en el siglo V, por circunstancias diversas, se separaron de la Iglesia de Roma y, desde entonces, figuran como Iglesia cristiana ortodoxa, con su propio patriarca, que también recibe el título de papa, Tawadros II.

De este patriarcado dependen también la Iglesia copta ortodoxa de Etiopía y Eritrea.

Se trata de una comunidad cristiana sociológicamente discriminada durante siglos, respecto a derechos tan fundamentales como la educación y el trabajo, y habituada a repetidos ataques contra sus templos y propiedades. Los recientemente cometidos, reivindicados por el Isis o Estado Islámico, suponen la embestida más grave contra esta comunidad.

Además de la presencia cristiana copta ortodoxa, existe también una más exigua todavía presencia de cristianos católicos que representan poco más de ciento setenta y cinco mil personas, de idioma árabe y rito litúrgico copto, cuyo patriarca católico es Ibrahim Isaac Sidral.

La visita del papa Francisco, acompañado en esta ocasión por el patriarca ortodoxo Bartolomé de Constantinopla, ha sido un reconocimiento y un estímulo en la fe y en la esperanza para esta Iglesia cristiana, así como un testimonio de comunión ecuménica, para una Iglesia en su doble pertenencia, tanto ortodoxa como católica.

El obispo Iniesta, caricia de Dios

Les presento un libro dedicado a la figura de Alberto Iniesta, obispo auxiliar de Madrid en los años setenta y ochenta. Monseñor Iniesta, desde las periferias de los barrios marginales de Madrid, se alineó con quien más lo necesitaba, con los más pobres. Hombre de profunda oración, siempre con su sonrisa, trabajó por construir una Iglesia más cercana con una opción preferencial por los marginados, amenazado por los extremistas. Su bandera era el Evangelio. Apoyó los derechos básicos de los obreros y militantes, defendió la separación entre Iglesia y Estado y trabajó por la concordia de los españoles, hechos que le llevaron a exiliarse durante un tiempo. Mucho nos recuerda las líneas fundamentales del Pontificado del papa Francisco a lo que hacía Alberto Iniesta en su labor cotidiana.

El libro está dividido en tres bloques: el primero nos habla de su labor como obispo-pastor, persona que vive profundamente su compromiso con los demás. El segundo bloque ofrece los testimonios de personas que lo conocieron y vivieron experiencias con él, y en el tercer bloque podemos leer poemas escritos por Alberto Iniesta, también artículos y reflexiones.

Monseñor Iniesta fue un prelado cercano, comprometido con su pueblo, que lloró, sufrió y rio con él, supo ser cercano cuando más se le necesitó, aunque eso le costara amenazas y momentos difíciles. Alberto Iniesta supo ser signo y portador del amor de Dios a su prójimo.

Murió hace poco en Albacete, donde vivía. Su muerte fue sentida por muchísima gente.

FICHA DEL LIBRO:

  • Título: Alberto Iniesta, la caricia de Dios en las periferias.
  • Páginas: 256.
  • Precio: 16,90 euros.
  • Editorial: Herder.