La tarde que te dejé sentí... una soledad infinita. De natural tengo esa tendencia absurda a dar cobijo, al menos por un tiempo. Pero me he dado cuenta de que dejar a alguien, muchas veces, es un acto de generosidad para uno mismo, y para con el otro.

Si pudiera volver atrás, te diría que tú y yo podríamos haber sido buenos amigos.

Quiero agradecerte que me hayas hecho volver a mi centro. Aunque la soledad siempre pese un poco, tras una ruptura, la vida te acoge como a un hijo adoptivo.

Estos días he reflexionado mucho. Me da vértigo decirlo, pero me he pasado la vida bailando al son de los hombres, y se acabó.

El asunto de la maternidad, soy yo quien debe cerrarlo. Ser o no ser madre es un derecho legítimo de toda mujer. No digo que sólo deban cumplirse nuestros deseos, ni mucho menos, pero somos nosotras quienes deberíamos tener la última palabra al respecto. Y hacernos elegir entre una cosa y otra nos llevará, sin duda, a un explosión nuclear interna.

Lo reconozco, el modelo tradicional de familia me ha matado. Reconozco también haberlo idealizado, y a la vez no haber logrado encajarlo ni a tiros. Pero esto ya no me genera frustración. Hay familias en las que algunos de sus miembros viven como si fueran rehenes.

A veces esos patrones nos impiden ser nosotros mismos.

Pero ahora, gracias a ti, lo he entendido y he decidido escucharme. Hoy me libero de ese modelo incompatible conmigo y me declaro familia monoparental con orgullo, y si quiero ser madre de nuevo, lo haré sin pedirle permiso a nadie.

Vivimos en una sociedad enferma, una sociedad en la que la gente empieza a tener verdaderos problemas para llegar a acuerdos y establecer contacto físico. Nadie tiene tiempo. Algunos hombres esperan tener a su lado a una mujer que no haga ruido, que se adapte a sus necesidades como las muñecas que se están vendiendo en Japón. Las cuidan, las peinan, las visten, les hacen el amor y ellas no dicen 'ni mu'. Es cómodo que no te lleven la contraria.

¿Es ese el ideal masculino?

Cuando me fui de tu lado tuve un día de nubes negras y de charcos pantanosos. Un día de amaneceres rotos, de sentirme pequeña, diminuta, invisible y sentí una soledad tan infinita como la que sienten las marionetas de noche cuando regresan al baúl después del estreno de la función. Te echaré de menos.