Si Isabel y Fernando levantaran la cabeza y vieran que Portugal reina en Europa otro gallo nos cantaría. No habríamos enviado a un soldado patrio que proporcionó armas al enemigo al entonar su símbolo más querido, el gallo. Moriría como una gallina por no embestir como Dios manda a colonias de tres al cuarto, relegando al imperio español al culo del mundo. Hemos pasado de consolarnos con el clásico «menos mal que nos queda Portugal» -que nos evitaba ser los últimos en todo- a anhelar un Ministerio del Tiempo que impida la firma del Tratado de Tordesillas, donde los dos países iberos se repartieron el mundo. Si hoy fuéramos lusos no sólo no habríamos ganado Eurovisión, lo que no es moco de pavo, sino que gozaríamos de un Gobierno que es capaz de generar riqueza y empleo sin recortes económicos y sociales. Un ejecutivo que demuestra a los mercaderes que la austeridad y la inacción pública no son medicinas para salir de la crisis, máxime si se aplica en grandes dosis que sólo provocan una brecha imposible de curar. Quién sabe, incluso, si por estas tierras murcianas gozaríamos del agua del Tajo o del Duoro o de un AVE -distinto a los gallitos de nuestros políticos anunciando cada dos por tres su venida- con Lisboa. Otra posibilidad más ilusa es pensar que si nuestros vecinos han sido capaces de ganar Eurovisión con una canción sin estribillo; nosotros, los murcianos, vamos a progresar sin presupuestos ni ningún tipo de apoyo del Gobierno central. Al bueno de Saramago le gustaba siempre imaginar la unión de Portugal y España desde nuestro Lanzarote. Un portugués universal e inusual, con una prosa sencilla y valiente desde una isla también especial. Personas y paisajes emblemas contra la especulación, la mediocridad y el pensamiento único. Otro Salvador nos emocionó con una melodía y unas formas sin artificios. Frente a la hortera camiseta de nuestro representante, el cantante portugués exhibe una a favor de los refugiados. Nunca pensé que Eurovisión será el germen de una revolución donde la buena gente elige un futuro distinto al mercantilismo, la hipocresía y la estulticia. Obrigado.