Hoy voy a hablarles de Catherine Venusto. Catherine Venusto es una mujer normal. No hay nada en ella a simple vista que pueda llamarnos la atención; 45 años, trabajadora, esposa y madre. Como tantas otras mujeres del mundo, Catherine Venusto tiene dos hijos. Hasta aquí, todo perfecto. El espectáculo empieza ahora. Hace unos años, Catherine Venusto tuvo que enfrentarse a un problema. Tanto el niño como la niña sacaban malas notas en la escuela. Defraudada por las notas que sacaban sus hijos, Catherine Venusto decidió poner fin a tan malos resultados. ¿Cómo? -preguntarán ustedes-; ¿haciendo que los niños estudiarán más horas al día?, ¿poniéndoles un profesor particular?, ¿quedándose con ellos a pie quieto mientras estudiaban y hacían sus deberes en la habitación?, ¿quitándoles la Play o el móvil por sus malos resultados?... Pues nada de eso; Catherine Venusto arregló el asunto como se arreglan las cosas hoy en día: de una forma rápida y sencilla. Como las recetas de Arguiñano. Durante tres años, Catherine Venusto había trabajado como administrativa en la oficina de un colegio de Pensilvania, por lo que tenía ciertos conocimientos de cómo funcionaban los programas informáticos de los colegios. Una mañana, sentada cómodamente en su casa, Catherine Venusto decidió entrar ilegalmente en el sistema informático del colegio en el que estudiaban sus hijos y alteró sus calificaciones. Tanto le gustó el asunto que, en total, entró en el sistema de calificación 110 veces y en el sistema informático, miles de veces. Según esta buena mujer, había iniciado sesión tantas veces debido a "la curiosidad y el aburrimiento". Eso fue lo que le dijo al juez. Paradójicamente, la curiosidad y el aburrimiento no le llevaron a buscar una receta contra el ébola, ni a mejorar las tapas de los abrefácil, ni a eliminar el colesterol del chorizo, pero sí le dio para que su hija pasase de suspender a estar exenta de realizar el examen y a que su hijo pasase de una puntuación de 98 a 99, que, por otro lado, digo yo, ya que te metes, menuda mierda de cambio que hizo. En fin. El caso es que ahora el juez le ha impuesto una fianza de 30.000 dólares y el fiscal pide para ella ni más ni menos que 42 años de cárcel. Sí; 42 años. Lógicamente, hay muchas personas escandalizadas que dicen que 42 años de cárcel por meterse en el sistema informático del estado y cambiar las notas de unos niños es demasiado, y puede que sea cierto, pero si miramos un poco más allá, hay que pensar de lo que sería capaz esta mujer en otras circunstancias. Por ejemplo, puede que un día se enfade con el chino de la tienda de enfrente y entre en el sistema de misiles del Pentágono para comenzar la tercera guerra mundial, la muy desgraciada. Quién sabe.

Para bien o para mal, Catherine Venusto representa a la sociedad de hoy en día; una sociedad sin grandes valores, llena de gente que quiere el premio sin el sacrificio, que quiere la victoria sin el esfuerzo, que quiere el éxito fácil y el dinero aún más fácil, que quiere el reconocimiento sin el trabajo, de gente inmoral y deshonesta que no es consciente del daño que hace o que, si lo es, le importa un carajo con tal de conseguir sus objetivos. Hemos vendido la idea de que todos -todos- merecemos ser dioses, de que todos merecemos disfrutar de nuestros 15 minutos de fama, de que todos merecemos, merecemos y merecemos, y tanto nos lo hemos creído que si no alcanzamos la gloria por méritos propios estamos dispuestos a envilecernos con tal de conseguirla, aunque sea, por méritos ajenos.