Nos ha dado por andar y andar. Como posesos. Continuamente. Las muy diversas 'rutas del colesterol' que hay en cada ciudad y en cada pueblo están más que concurridas. También lo están los senderos e itinerarios por campos y montes. Parejas, amigos, personas solas, familias. Con bastón o sin él. Con perro o sin perro. Jóvenes y mayores, hombres y mujeres. Equipados con el pantalón corto que ya se cae a trozos o tuneados con la mejor ropa deportiva de marca. Con o sin auriculares. Provistos o no de infinidad de aparatos periféricos a nuestra actividad: podómetros, pulsómetros, mariconeras, porta móviles de antebrazo, cacharro para el agua, bastón (plegable o rígido), GPS?

Andamos y también corremos. Lo que toda la vida ha sido el correr en sí mismo pero que nos dio un tiempo por llamar footing o jooging y ahora trasmutó en running (aunque algunos dirán que el running es la versión exigente del footing). También corremos solos o en parejas, con o sin auriculares, mucho o poco equipados, etcétera.

El caso es que andamos y corremos como posesos. Y esto está bien, por supuesto. Las ventajas de andar o correr para la salud individual, y hasta para la pública, son evidentes. La moda es positiva, proactiva y simpática. Y también contagiosa; de hecho, estoy pensando en empezar yo también con el running, aunque, uf, qué pereza.

Sin embargo, quiero llamar la atención sobre un aspecto más bien poco positivo, proactivo y simpático del senderismo masivo o el running: los destrozos en el monte. He escuchado que en España se celebran anualmente unas 2.000 carreras de montaña en sus múltiples variedades (carreras lineales, Trail, Ultra trail, Km vertical, etcétera). Pocas me parecen, porque sólo en la Región de Murcia, sin estadísticas, yo exageraría diciendo que la cifra no se aleja mucho de esa. Las carreras de montaña y también el senderismo tienen en los espacios naturales protegidos un perfecto escenario por sus condiciones geográficas y por el atractivo de los paisajes (la organización EUROPARC citó para 2015 cuarenta carreras en espacios naturales de la Región de Murcia con casi 17.000 participantes), y esto mismo conduce a que el vertiginoso ritmo a que está creciendo esta actividad pueda llegar a constituirse en un problema para la conservación del medio natural.

Aunque son más obvios en el caso de las bicicletas de montaña, los impactos del senderismo poco sensato y las carreras descontroladas pueden llegar a ser relevantes en los espacios naturales. Basuras, compactación del terreno, creación de sendas salvajes que derivarán en erosión del terreno, afección a especies de flora protegida o de fauna nidificante, y otro buen puñado de efectos poco recomendables para una actividad que, de por sí, es y debe ser positiva.

Me consta que la administración ambiental y los gestores de nuestros espacios naturales están en el tema, que ya entiendo que no es fácil de abordar. Toca también hacer un llamamiento a clubes, organizadores de carreras y aficionados individuales a que presten atención a estos asuntos.