El pasado viernes en España fuimos conscientes de los riesgos de la globalización y de la parte menos buena de estar conectados a través de las nuevas tecnologías. El ciberataque mundial afectó a numerosas empresas en la Península e hizo que la Administración y el ámbito privado pusieran a trabajar a sus expertos en seguridad para intentar salvaguardar la información que manejan y que puede ir desde datos fiscales y bancarios a historiales médicos o información del ámbito jurídico. Un experto con el que hablaba hace unos días me comentaba que en estos momentos es cuando nos acordamos de las veces que no hemos hecho caso y cerrado las ventanas del antivirus que nos saltan en el ordenador pidiendo que hagamos una actualización. Son mensajes a los que no damos importancia hasta que realmente ocurre algo que podíamos haber evitado sólo con dedicar unos minutos a hacer esa actualización. O como dice el refrán, nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Sin embargo, estos ciberataques a escala mundial no deben hacernos perder de vista otros peligros que tenemos más cerca de nosotros, en nuestro entorno diario, y a muchos de los cuales facilitamos el acceso a nuestra intimidad a través de las redes sociales. Estos ´mini-virus´ también suponen un riesgo y aprovechan esa información que compartimos con fines nada positivos. Así que aprendamos a protegernos desde lo más próximo, que para hacerlo a mayor escala ya tenemos a esos expertos a los que pagan los Gobiernos y las grandes compañías.