Lo de alzar la voz no ha sido nunca propio del carácter murciano. El «¿Pa qué quies que vaya?» del poema de Vicente Medina nos define a la perfección. Esta tierra ha sido más de trabajar en silencio, con la cabeza gacha, quizás porque la resignación de aquellos huertanos de antaño, que no tenían más remedio que tragar con lo que les deparara la climatología, se haya transmitido de generación en generación. Pero algo está cambiando en la actitud de la gente, que se va revelando, que ya se está cansado de tanto desprecio, que está harta de que los gobernantes se rían en su cara mientras se llenan el buche y la cartera a costa del sudor de los demás. Pruebas de la rebeldía reciente y creciente son la manifestación de agricultores que hace unas semanas paralizó la capital y la protesta del pasado sábado, en la que miles de ciudadanos salieron a la calle hasta las narices del sinfín de mentiras que el poder intenta colarnos durante años, una tras otra y sin ruborizarse lo más mínimo, con el soterramiento de las vías del AVE en Murcia. Mira tú por donde que algo bueno tenían que aportarnos estos jovencicos que nos gobiernan ahora, unos auténticos maestros de la propaganda, de la venta de humo en cantidades industriales. Indignan tanto al personal tomándole por idiota que han obrado el milagro: que la Región despierte de su letargo. Que se vuelva, a la vejez, respondona. Lo que es menester es que, ya que nos hemos puesto, no se frene esta ola contestataria. Aunque son tantas las chapuzas perpetradas (Mar Menor, corrupción...) que no tendríamos suficiente para tanta protesta.