"Concentrado líquido a base de extractos vegetales. Super top, efecto push up. Elimina las arrugas en pocas sesiones. En solo cuatro semanas vas a tener la cara que deseas".

Pero, ¿es posible que un adulto en su sano juicio pueda creer estos milagros? Pues parece que sí, a juzgar por las elevadas ventas de dichos productos. Pero los más incrédulos no deben perder la esperanza, porque para ellos hay otras ofertas: láser, infiltraciones de sustancias y, cuando esto ya no surta efecto, pueden optar por visitar el quirófano. El objetivo es deshacerse de los defectos físicos y parecer más joven. ¿Se puede pedir más a la vida?

Pues sí, la cirugía íntima, o sea, la del aparato genital. Y todo por estar al día. Porque, las imperfecciones físicas no están de moda. Pero, ser viejo/a, tampoco. Está prohibido envejecer. ¿Y que podemos hacer? Porque la vejez se ha convertido en la normalidad del futuro inmediato. Por una parte, debido a la estabilización de los nacimientos y, por la otra, al aumento de la esperanza de vida, que por cierto en la actualidad en nuestro país está en los 83 años. A la vuelta de la esquina habremos llegado a los 90.

Algunos expertos ya apuntan a que hay razón para esperar que los humanos seamos capaces de llegar a doblar la expectativa de vida porque «nos encontramos cerca de transferir la característica inmortal de las células germinales a nuestros cuerpos». Impresionante, ¿no les parece? O sea que cumplir años no puede evitarse. Pero envejecer sí. Y, todo, gracias a la cosmética y al bisturí. Ahora bien, el asunto va más lejos. Esto no parece suficiente. Al menos eso es lo que afirman los psicólogos: es el envejecimiento del alma, no del cuerpo, el que nos hace viejos. ¡Menudo chasco! Y siguen diciendo que es la ilusión la que nos mantiene vivos y jóvenes y la que define precisamente la edad mental en la que uno se encuentra. Pero debe ser razonable y guiada con inteligencia para que dé lugar a expectativas realistas. Y cada edad tiene las suyas.

Y, nada que ver con la reivindicación del yo interior a la figura del niño, que se lleva tanto en estos tiempos de oferta consumista, de una falsa juventud eterna, en los que no solo el paso de los años ha querido ser borrado de la apariencia, sino también de la conciencia.