No deja de ser interesante el escenario cargado de retos que Javier Celdrán, el nuevo consejero a quien ha ido a parar las competencias ambientales, enfrenta para lo que resta de legislatura.

Porque son muchos y muy importantes los asuntos de la cartera ambiental en una región como la nuestra, inmersa en un momento histórico que vive todas sus luces y sus sombras, que ocupa un espacio administrativo uniprovincial y de medio tamaño abarcable para gestionar, ubicada en un lugar geográfico tan agradable como ecodiverso, frágil y estratégico, constituida por una población que se hace de acogida, protagonista e inmediata vecina de otros lugares dinámicos del arco mediterráneo, y que requiere de una política ambiental y del territorio particularmente potente y decidida.

La recuperación del Mar Menor es la prioridad número uno de la política ambiental de estos tiempos, pero con ella la gestión de la biodiversidad, la legislación sobre medio natural y el paisaje, la aprobación de los planes de ordenación de los recursos naturales y de gestión de las áreas protegidas, las políticas sostenibles de caza y pesca, la lucha contra el cambio climático, la racionalización ambiental del desarrollo, la mejora de los procesos de evaluación ambiental, el impulso a la educación ambiental, la restauración forestal, la inserción de las cuestiones ambientales en las políticas sectoriales, la agilización de los procedimientos, la promoción sensata de las energías renovables y la ecoeficiencia, la contaminación de suelos, la interlocución con la sociedad y los grupos ecologistas, la mejora de la calidad de vida en el medio ambiente urbano?

Ya se puede ver el catálogo, en absoluto exhaustivo, con los que la política ambiental se enfrenta para los próximos años. Por ello todo el ánimo posible a Javier Celdrán y a quienes vayan a constituir su equipo para hacerse con las riendas de asuntos de la trascendencia de los que le ha correspondido gestionar

Casi haciendo paleontología, recuerdo cuando en los albores de la administración autonómica murciana contábamos con una Agencia Regional para el Medio Ambiente. Después, los asuntos ambientales se han movido en infinidad de ocasiones. Primero, hace ya años, con Obras Públicas; luego, con la Agencia de Medio Ambiente que dependió de varios consejeros; después, con Agricultura; posteriormente, como consejería propia; luego, se le incluyó Industria; después se creó Desarrollo Sostenible y Ordenación del Territorio; luego, otra vez a Agricultura y Agua, Presidencia y vuelta a Agricultura, con el añadido del nombre de Medio Ambiente. Y ahora junto con Turismo y Cultura.

Este baile un poco loco de posición administrativa podría suscitar muchas reflexiones, aunque quizás tampoco sea tan importante. La clave estará en las políticas, los presupuestos y la acción, y ahí nos tendríamos que encontrar todos. Porque de lo que ya no hay ninguna duda es de que, al menos socialmente, la posición de los asuntos ambientales sí que está clara: en la mismísima cima. Lo demuestra de forma palpable y cercana el caso del Mar Menor, y en lo más global lo demuestra, por ejemplo, la trascendencia universal del reto del cambio climático o la reconocida necesidad estratégica de la conservación de la biodiversidad. Nos va el futuro con estas cosas, y así hay que reconocerlo.