Vivimos en un país en el que tenemos que ver cómo cada vez que sale un caso de corrupción en ciertos partidos, más bien de derechas, se disparan los apoyos a los implicados (¡sé fuerte, Luis! que dirían algunos). También nos tragamos situaciones como la de Ana Garrido, la exfuncionaria del Ayuntamiento de Boadilla del Monte (Madrid) que destapó la trama Gürtel de presunta corrupción política vinculada al Partido Popular, que malvive vendiendo collares en puestos callejeros tras perder su puesto de trabajo. Esta semana ha concedido una entrevista a la revista Interviú en la que cuenta su situación e incluso posa insinuante y con poca ropa, asegurando que lo hace para obtener ingresos tras quedarse en la ruina por negarse a cumplir las órdenes de su jefe y alcalde enfocadas a desviar dinero y otras lindezas, no muy limpias éticamente hablando. Garrido lamenta que, mientras ella ha tenido que vivir de ´okupa´ y pedir dinero para comer, muchos de los encausados están en libertad y viviendo con un impresionante nivel de lujo. También se queja de que los que están en las cárceles, muchos de forma provisional, «viven a costa de los españoles, con buenas comidas, gimnasio y ordenadores para escribir libros, y la máxima preocupación de algunos fue cómo podían ver el último derbi entre el Real Madrid y el FC Barcelona». Vamos, que parece ser que si queremos vivir bien, eso de ser honrados no es el mejor camino. Así, que lo que hay que hacer para tener una buena vida es ser corruptos, cuanto más mejor, ¿o no?