La resaca por la victoria de Emmanuel Macron en Francia, una victoria tranquilizadora aunque no se sepa a ciencia cierta para quien, ha coincido con la celebración del Día Internacional del Becario, como lo oyen, no sé si será una señal del cielo. El caso es que pasamos las primeras horas del lunes con parabienes generales de unidad antifascista, al tiempo que celebrábamos nuestro modo de ser y la bondad de nuestras opciones. Celebrábamos, también, que los sondeos no se hubieran equivocado esta vez, aunque el posible motivo no deja de ser inquietante: la gente ha votado como se esperaba de ellos. La grandeza de los derechos democráticos no consiste en ninguna garantía de acierto, sino en posibilidad, incruenta, de equivocarte como te salga de las narices.

El caso es que Francia, tierra de magníficos escaparates, exhibe su propia perplejidad. Sabe, con absoluta certeza, que funcionó mejor como estado en no pocas etapas de su historia (incluso dentro del Mercado Común) de lo que es capaz de mostrar como socia de la UE de talla XXL. Hablando de tallas incluso se ha reducido la de sus intelectuales y se le reprocha que no siga produciendo nuevos Albert Camus o Jean Paul Sartre (como si los demás fuéramos el colmo del dinamismo creador) o que, por no haber aplicado a tiempo unas supuestas reformas inaplazables (reformas que casi siempre consisten en trabajar más y cobrar menos en una especie de reduccionismo jíbaro) le ha sobrepasado Alemania: como si no fuera esa la particular maldición de Francia (sin efectos a largo plazo) y Alemania no marcara mejor el paso, signifique esto lo que ustedes quieran.

La primera vez que se invocó la unidad republicana para superar el soponcio de ver a un o una Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales, la cosa tuvo su gracia. Ahora es un tic: elegir entre quienes pretenden que putear a los moros es la mejor forma de engrandecerse y quienes no cambiarán nada porque ya no les puede ir mejor. Esta vez, las presidenciales serán las legislativas, a fin de cuentas unas municipales nos trajeron la República.