Hoy no muestran la fuerza y la seriedad que tuvieron durante la Transición y en la década de los 80. Tal vez sea normal que se vayan debilitando conforme se consolida la democracia. Pero aparecen algunos indicadores preocupantes: ganan elecciones candidatos sin partido y fracasan aquellos que han sido elegidos en primarias. Parece que los militantes que quedan se radicalizan, perdiendo capacidad crítica, y no ´coinciden´ con los votantes, no son una pequeña muestra del electorado de su partido y eso es lo más grave que puede ocurrir. Los ejemplos socialista francés o laborista británico son muy elocuentes. Y aquí un mixtificador demagogo, cegado por sus fracasos, está a punto de arruinar al partido más veterano. Se impone una reflexión seria y profunda.