Las elecciones francesas están siendo seguidas con auténtico interés, siempre fue así; entre vecinos nos preocupamos de lo que ocurre en nuestras respectivas casas, pero ciertamente el sistema electoral francés de segunda vuelta hace que no hayan terminado, han despertado un interés especial porque es mucho lo que se está jugando en las mismas, no solo nuestro país vecino si no también la tambaleante Europa que, desde luego, no está en situación de soportar, después del Brexit que en Francia gobernase alguien tipo Le Pen, por ejemplo, que pregona la necesidad de abandonar la UE y que tiene un discurso tan preocupante como el de Trump, que ya es decir.

Están siendo unas elecciones extraordinarias, sorprendentes, que han de hacer reflexionar, por ejemplo, a los votantes socialistas españoles sobre el mejor candidato a la secretaría general del partido. Han de hacerlo, y mucho, porque el socialismo francés registró el pasado domingo el peor resultado de ese partido desde 1969, obteniendo solo el 6% de los votos en la primera vuelta. Y en esa derrota estrepitosa, lo que se refleja es que su candidato, Benoît Hamon, no ha estado a la altura de las circunstancias y entró en una deriva de promesas populistas y de errores de bulto que han provocado el alejamiento de su electorado. El Partido Socialista ha quedado eliminado para la segunda vuelta, y el señor Hamon, que no ha tenido más remedio que calificar sus resultados como de una ´sanción histórica´, debería de preguntarse las razones de este estrepitoso fracaso, que quizás ha estado en un discurso estrambótico, con promesas estrella como la creación de una renta universal que, como era algo en el que ni él mismo creía, fue cambiando conforme soplaban los distintos vientos y al final la promesa se hizo ininteligible para sus votantes. Otro socialista más que intenta olvidar sus orígenes, que pretende sorprender y epatar y que cuando le encajonan en su incipiente populismo personajes como Jean-Luc Mélenchon y Le Pen, se quedan en nada, sin resuello, sin discurso, sin contenido.

El próximo reto para el Partido Socialista francés será su reconstrucción, en la que Hamon aspira a jugar un papel protagonista; no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y aunque dice que «la izquierda no ha muerto», él no ha sabido estar a la altura de esa izquierda que los electores socialistas demandan porque dejarse llevar por el estruendo le ha hecho quedarse en tierra de nadie entre los verdaderos populistas, Le Pen y Melenchon, que se lo han comido.

Y en España también se necesita la reconstrucción socialista, pero no vendrá de la mano de alguien, Pedro Sánchez, que ha pasado de «no pactaremos con los populismos» a decir lo mismo que Podemos, que «España es una nación de naciones y Cataluña es una nación», porque cuando se pierde el propio discurso se cae en el de los otros que, normalmente, te llevan a la nada. Y porque no es bueno que el Partido Socialista caiga en manos de un perdedor, porque no hay que olvidar que quien aspira de nuevo a la secretaría general del PSOE, cuando estuvo al frente de dicho partido consiguió los peores porcentajes de voto de su historia, agravando el ya de por sí mal resultado obtenido por Alfredo Pérez Rubalcaba en 2011. El anterior secretario general logró un 28,76% de apoyos. Pues bien, Pedro Sánchez, vendió como una victoria el 22,01% de los votos el 20D y, especialmente, el 22,67 el 26J, simplemente porque no se produjo el adelantamiento de Podemos, que hay que ser simplón. Pues con este bagaje, este señor de vanidad infinita se permite decir que él o el caos. Pues mejor el caos de una alianza Susana Díez-Patxi López, que aportaría la necesaria sensatez en un partido que ha vivido tanto sobresalto con un personaje como Pedro Sánchez.