Recorté la página de este periódico en la que aparecía el artículo Pandora, de Juan José Lara, y la dejé sobre mi escritorio, donde ha permanecido unos diez días, hasta hoy. Otros papeles aparecían y desaparecían, pero este recorte seguía allí, esperando una relectura. Al lado de los diccionarios, semioculta entre pósits, lápices y cuadernos, la imagen que ilustra el artículo captaba mi atención de vez en cuando con el fuerte magnetismo de una pregunta sin respuesta, con el mismo poder de atracción de una caja como la que Pandora sostiene en sus manos.

Vuelvo a leer el comienzo. La caja ya está abierta y el gesto de la mujer es de pesadumbre pues su curiosidad ha dejado escapar todo tipo de males por el mundo, entre ellos, la esperanza, quizá el peor, ya que al hacerse pasar por ´graciosa dádiva´ resulta un engaño que nos impide afrontar con lucidez todos los demás males y, a la postre, nos incapacita para comprender la vida tal como es, una tortura y un vertedero. Pandora está sentada en unas rocas con las piernas cruzadas por los tobillos. Inclina la cabeza y el pelo le cubre los hombros. Con una mano sujeta la caja abierta y con la otra esconde el rostro. Sobre un fondo oscuro, solo su cuerpo desnudo ilumina la escena.

Imagino que durante un tiempo la caja permanecería cerrada en algún rincón de su casa. Puede que Pandora se olvidara de ella al principio hasta que le venció la curiosidad. ¿Quién no haría lo mismo? E incluso sabiendo lo que ocurrirá después, que habrá sufrimiento, ¿no es cierto que igualmente abriríamos la caja? Porque vivir es estar preparados para que suceda cualquier cosa. Sin posibilidad de vuelta atrás. Eso es lo que nos define. Como dice George Steiner, «abrimos las puertas del castillo de Barba Azul porque las puertas están allí».

Al abrir la caja, Pandora nos está haciendo un regalo. ¿Es la esperanza ese regalo? El mito cuenta que al tapar la caja, la esperanza se quedó atrapada en el fondo, mientras los males se extendían por la tierra.

¿Quiere decir eso que solo nos queda la esperanza como un pobre consuelo que nos hace creer que hay algo más que el mal? Creo que al quedar atrapada en la caja, la esperanza se convierte en un tesoro. No puede ser un mal más, sino lo único que tenemos para combatir el mal. Es lo único que poseemos y, por lo tanto, lo que nos mantiene vivos. El mal es real, pero solo la esperanza, con la luz de la piel de Pandora, es verdadera.