Siempre tuve cierta tendencia a infravalorar a Vicente del Bosque. Ni siquiera sus títulos con España me hacían rectificar. Tenía la teoría de que sus charlas tácticas consistían en coger el teléfono móvil, activar el manos libres y llamar a su antecesor, Luis Aragonés para que fuera el Sabio de Hortaleza el que le dijera a los jugadores lo que tenían que hacer en el campo. Admito que mi conjetura es disparatada e injusta, aunque hay que decir que, curiosamente, fue morirse Luis y acabar la etapa gloriosa de la Selección Española. Pero algo similar quiere hacer el PP en la Región, tras la dimisión del presidente, a juzgar por las primeras palabras que ofreció el candidato a sustituirle, al que le faltó coger el micro y entonar la canción 'Ne me quitte PAS', que en español se traduce como «no me abandones». Mal plan es ese de poner a alguien para seguir manejando los hilos en la sombra, y peor aún que parezca tan evidente. Porque al final los proveedores, las asociaciones, los contratistas, los ciudadanos en general, necesitan una referencia, una puerta a la que tocar, una rostro al que dirigir sus quejas y una voz que atienda sus peticiones o los mande a freir espárragos. Un presidente autonómico debe tener total poder de decisión, absoluta independencia, no puede coger el teléfono móvil, poner el manos libres y que sea otro el que tenga la última palabra. Los monstruos de dos cabezas suelen acabar devorándose. A los antecedentes me remito.