Así se encuentra Europa, navegando sin rumbo, como pone de manifiesto el presidente de la Comisión en su último informe. El golpe del Brexit parece haber noqueado al viejo continente y ocurre en el momento más inoportuno, cuando surgen brotes de nacionalismo radical que, con el pretexto de la inmigración sin control y los refugiados, encienden los ánimos. Sólo siendo un bloque unido estamos en condiciones de competir con los grandes, de ser algo en este mundo inevitablemente globalizado. Esa unidad se puede lograr en muchos ámbitos, dejando aparte los temas socioculturales que son seña de identidad de cada país.

No son tiempos para la indefinición y desandar un camino forjado a lo largo de 60 años sería muy negativo. Los únicos en celebrarlo serían EE UU y Rusia.